![Perro semihunido](http://delicatessen.uy/wp-content/uploads/2020/11/perro.jpg)
Hace unos días, a las muchas escenas callejeras de la miseria de la guerra en Viena ha venido a añadirse otra:
Un hombre al que la guerra ha convertido en una escuadra rectangular—inválido, con la columna vertebral destrozada—se mueve de forma casi inexplicable por la Kärntnerstraße, vendiendo periódicos. Sobre su espalda rota, paralela a la acera, se sienta… un perro.
Es un perro inteligente y bien adiestrado, que cabalga sobre su amo y cuida de que no se le pierda ningún periódico. Una criatura de un moderno cuento de hadas: una combinación de perro y hombre, creada por la guerra y puesta por la miseria de los inválidos en el mundo de la Kärtnerstraße.
Pero es también un signo de los nuevos tiempos, en que perros cabalgan sobre hombres para protegerlos de otros hombres. Una reminiscencia de aquellos grandes tiempos en que se adiestraba a los hombres como perros y, con una simpática combinación de conceptos, los llamaban «perros cerdos»—u otras cosas parecidas—quienes eran perros sabuesos (aunque más valía no llamarlos así).
Una consecuencia del patriotismo, que hacía depender la imagen erguida de Dios de los cuadrúpedos, desprovistos de la capacidad moral que permite convertirse en héroe o en carne de cañón, y a los que como mucho podía destinarse a servicios sanitarios. En el pecho del inválido se balancea una condecoración de las tropas del emperador Carlos. Del cuello del perro cuelga una placa.
Todo el que tiene la condecoración de las tropas del emperador Carlos es una víctima. Quien tiene la placa perruna es alguien que actúa. Protege del dolor al inválido. Le evita daños. La patria y sus compañeros sólo podían causarle daños. A ellos tiene que agradecerles que sea el perro quien lo guarde. ¡Oh, signo de los tiempos! Antes había perros pastores que cuidaban rebaños de ovejas, perros guardianes que vigilaban las casas. Hoy hay perros lazarillos que tienen que cuidar de los inválidos, perros lazarillos que son la consecuencia lógica de los hombres perros. La imagen tiene para mí la fuerza de una revelación: un perro sentado sobre un hombre.
Siempre que éste recuerda lo que ocurrió cuando confiaba en los hombres se alegra de depender de ese perro. ¿Hay algo más triste que esa visión, que se ha convertido en un símbolo de la humanidad? Alrededor se pasean quienes tanto se han enriquecido con la guerra gracias a su visión de rayos-x, y en el centro hay un perro a lomos de un hombre. La raza humana ha perdido, se ha impuesto la superioridad del animal. Hemos salido airosos de esta guerra, que fue el adiós a la caballería, y gracias a ello ¡los perros montan a lomos de los hombres!
Relato publicado en Der Neue Tag, el 1.º de agosto de 1919