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El horticultor Bernardo Marzuca heredó el sueño no satisfecho de su padre. Luis Marzuca vendía la uva que cosechaba a bodegas de su entorno carmelitano, mayormente a la familia Irurtia. Quiso tener bodega propia pero los vientos soplaron en contra. Primero con inclemencias económicas y luego con un golpe bajo de salud que hizo que Luis falleciera sin ver cumplido su sueño. Su hijo Bernardo recibió el testigo de aquel anhelo y en 2007 recuperó los terrenos familiares arrendados por 23 años a la familia Irurtia. En ellos construyó una bodega boutique que llamó «El Legado» en homenaje al padre y a su sueño.
Plantó syrah –cepa noble reconocida por aportar aromas especiados y taninos jugosos– y tannat traído de Francia, la cepa emblema de Uruguay que aporta, entre otras virtudes, corpulencia y estructura. Para las vides de tannat, con el asesoramiento de Daniel Cis –enólogo de la casa–, Bernardo eligió un sistema de conducción nada común en Uruguay: el cordón vertical libre, de cuyo vigor tuvieron que aprender año a año. La conducción se refiere en vitivinicultura a la forma que toma la planta, obligada a través de la poda, a que los brotes tomen distintas direcciones.
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La primera cosecha llegó en 2011 con una producción de 1000 botellas. Hoy, nueve años después de aquel debut, la producción de la bodega llega a la magra e intencional cifra de 10.000 litros anuales (13.333 botellas). La pequeña escala de producción de estos vinos, de sobresaliente elegancia y porte, atiende al interés de mantener el carácter familiar del emprendimiento. Uno de los valores agregados en la experiencia al visitar la bodega, es que la viña es atendida en todo momento por los miembros de la familia. El visitante disfruta de relatos genuinos narrados en primera persona.
La pequeña y coqueta bodega cuenta con varios espacios de degustación: la recepción, la sala de barricas y el comedor de piedra. La propuesta gastronómica es sencilla: picadas para acompañar las degustaciones y carnes a la parrilla, un maridaje que no falla y habla de identidad. La oferta enoturística se complementa con 4 espaciosas habitaciones donde la madera, el hormigón visto y la piedra conviven en armonía. Los amplios ventanales ofrecen un plácido paisaje campestre y el interiorismo habla de tacto, tino y confort. Las bicicletas disponibles para recorrer la zona y la piscina, completan la propuesta de este paraje, ideal para reconectar.
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Este año, por vez primera en la bodega, se cosechó marselán –cepa francesa usada mayormente en blends–. La novedad promete sumar algún corte nuevo a la trinca de vinos de la casa: tannat, syrah y tannat-syrah. También cuentan con una deliciosa –y golosa– salsa a base de tannat, que acompañan con helado como postre tras el asado. Recientemente compraron algunas parcelas de viognier en Campotinto, agregando esta blanca aromática al portafolio de la casa. La idea es elaborar un vino homenaje al abuelo Fasuto, original de Italia. Junto a estas vides, la familia Marzuca-Barberis proyecta un nuevo emprendimiento enoturístico que a buen seguro, dará de qué hablar.