Entrevistas imposibles: Obdulio Varela en el Sorocabana | Hebert Abimorad

Obdulio
Obdulio Varela, caricatura de Jess (Peloduro)


Logré cruzar la Plaza Cagancha cubriéndome la cabeza con un diario bajo un chaparrón infernal. Entré al Sorocabana, saludo al Cocodrilo, uno de los mozos más antiguos del café. Las 7 y media de la tarde y una oscuridad de julio montevideano. Me siento y me pongo a mirar por la ventana a los transeúntes, que afuera luchan para sostener sus paraguas en una ciudad donde llueve de costado. Es cuando descubro la figura del Negro Jefe en esa lucha, cruzando entre los ómnibus que circulan por la avenida.

Entra y me busca con la mirada entre los parroquianos del café y se acerca a mi mesa. Se sienta frente a mí, y enseguida le pido permiso para encender el grabador.

¿Obdulio, cuáles son sus recuerdos de aquella gesta heroica?
– La ovación de la hinchada brasileña y no sentir miedo. Tomar la pelota y tener en contra no sólo a los once, sino a todo Maracaná. Teníamos que ser fríos y concentrarnos en el juego. Los brasileños volcaron su juego por la derecha franqueando con facilidad el ala que cubría Gambetta que no estaba en su mejor día, por eso nos desbordaban todo el tiempo. Hasta que llegó el gol de Friaça.

¿Qué pensó cuando tomó el balón después del gol brasileño?
– Ahora, diez años después creo que lo que sucedió marcó la historia del fútbol uruguayo y también mi vida. No estaba todo perdido, giro y me encuentro con la mirada de Juancito López, que me quiere decir ¡arriba!, ante el griterío de las tribunas y el silencio de nuestro equipo. Entonces agarré la pelota, la retengo el mayor tiempo posible, creo que fue todo instintivo; y esperé que el público se acallara…

¿Y qué pasó después?
– Empezamos a apretarlos, y una de esas jugadas la toma Julio Pérez y se la pasa a Ghiggia que era una bala. El se la levanta a Schiaffino que de media vuelta la empalma y gol… Gritamos como locos. En ese momento estamos dominando, con técnica.

¿Y el segundo gol?
– La misma jugada, Pérez a Ghiggia que corre, Barboza que se abre esperando el centro y atento a la entrada de Schiaffino; Ghiggia que sigue avanzando y se demora, al mismo tiempo se le va achicando el arco. Entonces patea… Barboza se tira y la araña, pero entra. Todos corremos hacia Ghiggia y lo ahogamos a abrazos. El silencio era pavoroso y la extraña sensación de nuestro grito que se podía oír en todo el estadio.

¿Y el final?
No hubo ceremonia oficial, el trofeo no estaba. Con el esfuerzo de Jules Rimet se pudo encontrar y ponerlo en nuestras manos.

¿Quiere agregar algo más?
-Te voy a dejar este casete con una grabación para que la escuches, cuando todos nosotros no estemos más. No sé por qué confío en vos…

El Jefe se para y el Sorocabana estalla en aplausos. Lo veo irse, me paro y me meto en el bolsillo la cinta que Obdulio me entregó.

Corre el año 2030, continúa la crisis en Uruguay y la gente sigue emigrando. Estoy viviendo en Montevideo y hace un mes me di el gusto de disfrutar de otro triunfo del fútbol uruguayo en un partido por el Mundial, jugado otra vez aquí, después de 100 años. A 80 años del ”maracanazo” y con todos los protagonistas de entonces ya desaparecidos, tomo la casete que guardé durante todo este tiempo y me pongo a escuchar la voz de Obdulio: ”Espero que hayas cumplido con tu promesa. Lo que te voy contar ahora es cierto; lo oí de boca del propio Jules Rimet. Me dijo, que la FIFA en un congreso realizado en Luxemburgo en el año 1948 eligió a Brasil como sede del Mundial; ante el asombro de todos los que apostábamos para que fuera en Argentina. Según Rimet esto tenía una explicación, terminada la guerra era conocido que un grupo de nazis importantes se habían radicado en Argentina. Pero lo que se desconocía era que la guerra continuaba, y que tanques brasileños estaban prontos para entrar en acción en la frontera con Argentina, contra el fascismo en ascenso de Perón. Así lo veía el presidente brasileño Getulio Vargas que, después de pasarse a los aliados y haber mandado tropas a Italia, quería seguir la guerra frente al “peligro nazi que amenazaba la región”. La elección de Brasil como sede del Mundial del 50 fue un consenso político para detener la guerra. Y Argentina, al final, no participó en el Mundial…”

Ante la sorpresa de las declaraciones de Obdulio Varela me dirijo a la parada de ómnibus, en Agraciada y San Martín, y subo a un 156 en dirección al Cerrito.