El zambullidor (o mergulhador, l’enfant du fleuve) y la última frontera | Laura Domínguez

Tapa El zambullidor

Mi primer contacto con la narrativa de Luis Do Santos fue a comienzos de los años noventa. Coincidía en el trabajo con Miriam -su esposa- quien llegó un día con un pequeño libro, una edición de autor hecha en una imprenta local. Me gustaría que lo leyeras y me dieras tu opinión, dijo. Era “Tras la niebla”, un primer ejercicio de cuentos y poemas que se me traspapeló luego de constantes y fallidos intentos de incluir en un pequeño apartamento una familia, libros, mascotas. No logré encontrarlo; como ocurre con tantas cosas y personas que se van perdiendo en la vida y con cuyas ausencias hay que vivir.

Luis ha recorrido con la escritura un camino parsimonioso y constante. Luego de aquel primer libro volví a conectarme con su narrativa veinte años después.

En el año 2008 la Intendencia de Salto publicó “La última frontera”. Pero no fue hasta 2014 -tras obtener mención de honor en el prestigioso concurso literario Juan Carlos Onetti- que su narrativa empezó a ser considerada en ámbitos más amplios. Sin embargo, hubo que esperar hasta 2017 para ver publicada por la editorial Fin de Siglo la novela ”El Zambullidor” que fuera premiada en dicho concurso.

Luego, se fueron sucediendo hechos que proyectaron a Luis Do Santos dentro y fuera de fronteras: la participación en Ferias del Libro y presentación en varias ciudades (Montevideo, San José, Paysandú, Treinta y Tres, Salto), la traducción de la novela al portugués y al francés. Los lectores uruguayos lo han recibido muy bien, “El Zambullidor” llegó a su tercera edición en Uruguay.

Traducir, traicionar, interpretar…¿de qué se trata?

Este viejo debate quizás no sea nunca saldado en la Babel que llamamos sociedades humanas y el intento parece que siempre será vano. Quizás, valga la pena apoyarse en el “mandamiento hermenéutico” que sostiene Gadamer y reflexionar no tanto con respecto a la traducibilidad, sino a los grados de intraducibilidad: “Importa dar cuenta de lo que se pierde cuando se traduce y quizá también lo que se ganó con ello.” La ganancia para Gadamer es interpretativa por esto sostiene que leer es como traducir y, añado para esta ocasión, dibujar lo leído es una interpretación en segundo grado.

Entonces, entre pérdidas y ganancias nos encontramos con las derivas que un título tan sencillo como “El zambullidor” tuvo al ser traducido. La edición brasileña dio con una traducción más literal “O mergulhador” (2019, edit. Diadorim, Traducción Flavio Ilha). La francesa, que inicialmente la tituló “Le plongeur”, se decantaría finalmente por “L’enfant du fleuve” (2019 edit. Yovana, traducción Antoine Barral) colocando el énfasis en el protagonista y en el transcurso de una infancia que llega hasta el penúltimo capítulo de la novela. Los dos títulos refieren a lo mismo pero no lo son y desde ese momento inicial empieza la peripecia de la interpretación.

La edición francesa agrega un glosario de unos 35 vocablos mayoritariamente referidos a nuestra flora y fauna. Sin dudas, suma al texto dado que esos palabras no fueron traducidas pero la pregunta inquietante permanece ¿cuánto de la atmósfera de la vida humilde a orillas de un río se captura en la traducción? Quizás un río sea todos los ríos y estas interrogantes sean las mismas que pudieron plantearse ante el desafío de traducir las exuberantes descripciones de Carpentier o el realismo mágico de García Márquez. Finalmente, el hecho es que la novela está circulando en otros países y los intercambios a propósito de ella se suceden. Hace unos días Jordi Batalle de Radio Francia Internacional entrevistó al autor. El cierre de fronteras ha postergado el lanzamiento del libro en Brasil y Francia que se realizarán cuando se supere la coyuntura actual.

Palabras e imágenes
Un niño que corre

“Aquí hay una novela breve y contundente,
una novela en forma de cuento iniciático, una novela que se cierra con lágrimas en los ojos.”
Géoesphère Librairie de Voyage.

Ese cuento iniciático, esa novela de aprendizaje es un camino que el protagonista recorre saltando, trepando, corriendo, andando velozmente en bicicleta; finalmente, huyendo de un destino del que trágicamente, como le ocurrió a Edipo, no se puede escapar. Ese niño que corre tantas veces para evitar inminentes palizas, encuentra su destino sin lograr dar respuesta a ninguna de sus preguntas. La fatalidad está unida al enigma y al misterio representado en una flor: el jazmín.

Dibujo interior de El zambullidor

Los dibujos de Gustavo Revetria, realizados a partir de la lectura de “El zambullidor”, no fueron incluidos en ninguna de las ediciones. Revetria nos ha permitido compartirlos con los lectores de Delicatessen.uy.

Entre novela y dibujos no hay relación de continuidad sino de contigüidad. Son siete dibujos para ilustrar siete capítulos. Sin embargo, cada uno de ellos los trasciende, todos juntos configuran el clima de una narrativa visual autónoma donde no solo se captura la historia contada en los diversos capítulos, sino también la idiosincrática actitud de los personajes. Estos están presentes en las imágenes como figuras fantasmales: Martinidad, el tío Amado, la abuela Giralda.

Dibujo interior de El zambullidorLa contigüidad parecería dar cuenta del clima de la novela. Y esto también es interpretación-traducción en “segundo grado”, desde la técnica pictórica. Son dibujos a lápiz hechos collage sobre fondos de cartulina (blanca y negra) con líneas mucho más definidas que los cuerpos representados con lo que se logran planos de luz y contrastes. Esos planos de luz, con sus líneas rectas y curvas rasgadas, nos evocan frialdades y distancias: el látigo, el rebenque y la vara que llenaron de cicatrices la infancia del protagonista. Una vida con escasas sonrisas -algunas sin dientes- con tantas pérdidas y ausencias, encuentra en lo mágico y ancestral una forma de rescate y de estar presente en el mundo. Así adquiere relevancia para el pequeño protagonista la compañía de su abuelo, ya muerto, con quien conversa e imagina lo inesperado: la travesura cargada de locura, dolor y rabia ante tanta ausencia de un padre temido y admirado. Un padre que se presenta enorme y a la vez tan vulnerable que llora y muere como todos, ante los ojos asombrados de su hijo.

En español, zambullir es un verbo transitivo, pronominal, zambullirse, supone introducirse con ímpetu en algo, quizás en una novela. Esa es la invitación.

La última frontera

Dibujo interior de El zambullidorSi “El Zambullidor” nos presenta una biografía, “La última frontera” nos ofrece una genealogía. Es una narrativa de voces yuxtapuestas que se alternan: la crónica periodística, el relato histórico, las leyendas contadas de boca en boca y el relato autobiográfico.

En ambas novelas desde un mirador privilegiado, por estar situado en las alturas hay un niño que narra, protagonista y testigo de la vida que transcurre; en ese transcurrir ese niño pierde su inocencia.

A diferencia de “El zambullidor”, “La última Frontera” tiene el sabor de aventura colectiva. Se nos presenta como la crónica del nacimiento y muerte de un pueblo: Abaité.

Los diálogos se ofrecen en la variedad dialectal del portugués propio de la frontera con Brasil. Cuando la narración toma forma de crónica, esta variedad se registra como signo de la ignorancia del pueblo:

“Les dio la bienvenida de manera efusiva, en un dialecto difícil, mezcla de español antiguo y portugués mal hablados.”

Dibujo interior de El zambullidor“El idioma que balbucea esta gente es casi un dialecto propio, mezcla de español y portugués mal hablados, muy difícil de entender, por lo que inferimos no tienen sentimiento alguno de nacionalidad o noción de patria.”

Cuando la variedad lingüística se expresa en los diálogos, la historia adquiere un color y una vitalidad tales que ese universo narrativo lleno de magia se vuelve totalmente verosímil.

“- Es el lobisome –tartamudeó Pedro.
-No sea pavo, qué va ser lobisón a plena luz del día –tronó el capataz, con la mirada seca.
En esos instantes de estupor, una bandada de tordos surgió rasante, embarrando el cielo. Con el rostro afilado por la ansiedad, Pedro comprendió que su hora había llegado.
-Camargo, deme la escopeta, que eu vo cazá ese bicho, seja lobisome onao.”

En breve, Fin de Siglo reeditará “La última frontera”. Será un placer saborear historias a través de una espiral de crónicas diversas que convergen donde la ficción se parece mucho a la realidad pero se nos escabulle como los sueños heroicos de los pueblos sin nombre con cuya ausencia hay que vivir.