En mi barrio, de niño, había un ranchito de lata donde nos decían que había ensayado Rada y Mateo. Sé otras cosas de la juventud de Rada, pues era cliente de mis padres, y sé que vivió momentos de necesidad, que la vida no fue sencilla para él y los suyos.
Una vez, Ernesto Díaz me dijo que Rubén Rada grabó un disco entero haciendo las doce canciones en una sóla toma, y alguien me dijo que Miles Davis hizo lo mismo en un célebre disco. Para llegar a ese grado de perfección, tenés que haber traspasado un límite que otros ni siquiera vislumbran.
Sé también que en la era beatle tocó en cierto estudio en Buenos Aires y le dijeron que era el Número Uno, pero su pinta no cuadraba con lo que se necesitaba vender, o lo que se quería vender.
Leí, acaso en el libro de Guilherme, que adoptó un nombre artístico, Richie no sé qué, pero como no sabía escribirlo, prefirió dejarlo de lado.
Una vez lo escuché decir que no sabía solfeo y que hacía los arreglos silbando todos los instrumentos para que otro lo llevara al pentagrama y figurara como autor, hasta que un día se cansó de esa bobada y puso «Arreglos, Rubén Rada».
Sé otras cosas que adivino en su voz, pero son cosas que cada cual deberá adivinar, pero ahora, en la hora sombría de la humanidad, me entero de algo que hizo Rubén Rada hace tres años: organizó un recital en Punta del Este para ayudar a Gustavo Cordera a volver al ruedo justo antes de que tuviera que ir a declarar.
¿Cómo me enteré de ese gesto tardíamente? Tal vez porque los hechos trascendentes son hechos discretos, humildes, secretos.
La quema de brujas que interesadamente nos quieren hacer creer como nacida en la Edad Media y no en la Edad Moderna, vive hoy un Renacimiento. No hace mucho, el dedo acusador de la maldad, esa cara siniestra del miedo que todo hombre lleva dentro, apuntó y maldijo a Carmela. Antes, a Woody Allen, a Kevin Spacey, a Gustavo Cordera, y señala y señalará y maldecirá a muchos otros que vendrán, ya lo veremos con claridad meridiana. Estamos en los inicios de la Edad Oscura.
Por eso, cuando las hordas levantan su dedo para señalar al maldito e insultan a la madre que sale al parque a jugar con sus hijos y le gritan «¡Andate a tu casa, conchuda», cuando las multitudes se suman a la histeria que prepara el nuevo fascismo mucho más eficiente que el del siglo XX, pues nos hemos convertido en los guardianes de nuestros hermanos y somos el enemigo de nosotros mismos, a uno lo reconcilia con esta triste vida saber que hubo alguien como Rubén Rada, que sabe de ciertas cosas, y que sabe cómo debe obrar un hombre.
¡Qué hermoso que sos Rubén! En algún lado, no sé quién, devolverá cada gesto de amor por centuplicado, aunque tal vez no lo necesites, te alcanza con ser el centro de vos mismo.
Fotos: Facebook de Rubén Rada