Primer año. Túnica blanca, moña deshecha. Sandalias y pies negros de la tierra seca del patio de la escuela.
Suena la campana. Guardo los cuadernos en la valija de cuero heredada; todos forrados con papel y nylon.
Saltamos de los bancos de madera y corremos por las viejas escaleras de mármol, gastadas desde principios de siglo.
Afuera espera el heladero con sus barritas de anilina y hielo.
Camino a casa. Las baldosas flojas, la calle doble vía y la corrida apurada de cordón a cordón.
Subir la escalera del edificio saltando los escalones de dos en dos. La puerta sin llave. Dejar la túnica y hacer los deberes. La letra grande que ocupa todo el renglón y un dibujo que llena el resto de la hoja.
El aire del otoño que entra por la ventana, el balanceo de las hojas de los plátanos y las frenadas de los ómnibus de la calle.
La alegría del primer día de clase. La inocencia de la infancia.
Marzo.