(Un mensaje de esperanza para la humanidad)
Así como a la puerta del infierno Dante estampó su consigna «Vosotros que entráis aquí, abandonad toda esperanza», al plausible lector le pediría que al entrar dejara en la puerta, como hacen los orientales con sus calzados, todos sus prejuicios aunque fuera imposible, aunque también fuera imposible abandonar toda esperanza.
¿Cómo imaginar que un chino que lanza patadas voladoras en films de artes marciales pueda tener siquiera un lejano vínculo con la filosofía?
Sucede con Bruce Lee algo similar a lo sucedido con Leonardo, no dejaron escrito todo lo que sabían, pero dejaron señalizaciones por las cuales uno puede imaginar por dónde transitaron aquellas mentes extraordinarias.
La comparación es asombrosa, y sin embargo, aquí van estos datos: Leonardo pintaba con una mano y dibujaba con la otra, era ingeniero, escultor, escritor, músico, científico y luthier, doblaba una herradura con sus manos, algo que no podríamos hacer nosotros con una morsa y una tenaza, es decir, realizaba un «imposible». ¿Imposible? Esa es una palabra que Bruce y Leonardo nos avisan que debemos desterrar por engañosa. ¿Alguien cree que fue por mera fuerza física que Leonardo doblaba una herradura? Leonardo abrió una puerta que otros no abrimos aún, y esa puerta lo llevaba a una biblioteca donde encontraba un antiguo saber escondido.
Leonardo tenía una visión acerca de la enfermedad por la cual, cuando se enfermaba, no acudía al médico, dejaba que la enfermedad cumpliera su propio camino, pues esa enfermedad era necesaria para el cuerpo y el cuerpo sabía cómo procesarla.
Bruce sufrió una grave lesión en la espalda por la cual una junta de sabios dictaminó que no podía seguir entrenando. Él, que sabía ciertas cosas del cuerpo y de las enfermedades que nuestros rutinarios sabios de la medicina desconocen, siguió su propia terapéutica que consistía en entrenar más duro todavía.
No sé si existe, pero sería un regalo para nuestros ojos ver un video donde Bruce Lee, desde una silla de ruedas, se aferra a una cuerda para liberarse a fuerza de fe, una conmovedora fe en la fuerza del hombre.
Existe sí un video donde Bruce Lee pega una pequeña cinta de lija a la punta de un lunchaco y utiliza ese lunchaco para encender fósforos que le tiran al aire. Esto es imposible, sin embargo, ahí lo tenemos ¿Alguien cree que logró esta infalibilidad que llamaba la atención de Caetano Veloso a puro entrenamiento? Qué lindo, por otra parte, que el sensible Caetano haya percibido la belleza de Bruce Lee.
Bruce Lee y Leonardo son filósofos cruciales pues nos abren los ojos a la verdad esencial: todo lo que vemos es falso, todo lo que vemos es el mundo que ven los esclavos, y apenas abramos cierta puerta ya nada será como era y un nuevo poder correrá por nuestras venas, y nuestros ojos percibirán una nueva forma de ver el mundo, pues «el necio no ve el mismo árbol que ve el sabio».
Bruce Lee unió culturas, pues Bruce Lee era un humanista que en carne propia sufrió esa peste que consume al occidente y que se llama «orientalismo», una ideología vieja y rancia nacida para separar, para atomizar al hombre, y para dominarlo. El orientalismo es también una manera de aplicar un antídoto a la sabiduría que viene de oriente, es una manera de aplicar un veneno a la espiritualdiad venida de oriente y a su concepción integral del hombre, y es, por último, un golpe asestado al inconsciente de la humanidad, como si hubiera un correlato geográfico de la psique humana.
Como las escuelas de artes marciales de oriente en Estados Unidos veían con malos ojos que Bruce enseñara por igual a orientales y occidentales, quisieron prohibirle enseñar y por eso lo desafiaron a una pelea con el mejor campeón que podían conseguir y Bruce aceptó la invitación bajo la condición de que si ganaba, continuaría con su escuela. En siete minutos Bruce Lee le propinó una paliza a su oponente.
¿Ahora, a través de qué sistema Bruce Lee derrotaba a quien fuera tan masoquista de siquiera imaginar desafiarlo?
Su método se definía de esta manera «Sé como el agua, amigo mío”. Se trata de dejar de tener forma, como la adaptable agua, pues si ponés agua en una taza, el agua se adapta a la taza, si ponés agua en una botella, el agua se adapta a la botella, y si ponés agua en una tetera, el agua se adapta a la tetera y he ahí su fuerza. El agua puede fluir o puede inundar.
Bruce se negó a seguir una determinada filosofía, sea el karate o el kung fu, pues seguir una filosofía hubiera significado endurecer su mente. Proponía una rara armonía, liberar el instinto y ejercer un control, hacer una natural antinaturalidad. Se trataba de crear una síntesis donde fluyeran instinto y control en una tercera cosa, el método que nos haría invencibles.
Ese método debemos descubrirlo por nosotros mismos, por más que otro no los enseñe, y no hay contradicción entre una cosa y la otra, así como no hay contradicción entre el instinto y el control. Bruce le dio un nombre a su método, lo llamó Jeet kune do, pero luego se arrepintió al descubrir que nombrándolo había actuado como enemigo de su método. Dar un nombre cristaliza nuestra mente, de igual forma que cuando alguien se define liberal o fascista o marxista u homosexual o lo que sea, desde ese momento lo veremos como a un liberal o fascista o marxista u homosexual o lo que sea, y ese prejuicio será una valla interpuesta a nuestra mente.
Lo que hubiese querido Bruce Lee es que cada uno de nosotros le diera un nombre, o que no se lo diéramos en absoluto, y por eso negó de su nombre y cerró sus escuelas de artes marciales, y por eso decimos que Bruce Lee y Leonardo dejaron pistas, dejaron huellas y es a través de esas huellas que podemos descubrir la razón de su camino.
Sabemos que detrás de las artes marciales palpita una filosofía de la armonía del cuerpo, la mente y el espíritu, por eso, el samurai no pelea para vencer, el samurai pelea para que se manifieste el Espíritu de la lucha, pues la lucha es un Espíritu.
Bruce fue un luchador dotado, como todo humanista, de un infinito amor a la humanidad, el mismo amor que impulsó a Jesucristo, a Mahoma, a Leonardo, a Shakespeare, a Cervantes, a William Blake y a Freddie Mercury y fue ese amor lo que les permitió romper las fronteras de lo real para descubrir un poder escondido en el hombre, que es lo mismo que decir que le permitió anclar su poder en el poder del infinito.
No se ha hablado de la primera lucha que hubo de llevar a cabo Bruce Lee y por eso ahora te la voy a revelar. La primera lucha de Bruce Lee es la primera lucha que debemos llevar adelante todos nosotros, la lucha por nuestra identidad ¿Quiénes somos? Una pregunta que nos lleva a estas preguntas ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?
Por razones vinculadas a un maleficio, los padres le perforaron una oreja y le pusieron al niño un nombre de niña. No es la primera vez que sucede, a Wilde, a Lovecraft, a Mishima y a Hemingway los vestían de niñas.
No cuesta mucho imaginar el dolor así infligido a un niño que sin embargo se revela para manifestar su esencia, su identidad. El hecho es que esta cosa que te puede llevar al suicidio, tal el caso de Mishima o Hemingway, o puede llevarte a una vida truculenta como uno adivina la vida de Lovecraft, se convierte a un tiempo en una fuente de angustia y de poder, pues la angustia, con ser tan lamentable, también es fuente de poder.
La angustia es como una grieta que alguien ha creado en el cuerpo de nuestra identidad, ahora, o esa grieta se traga todo el cuerpo, o de esa grieta emana una lava que todo lo incendia y nos lleva a realizar lo que otros creerían imposible, pues la vida gusta de transformar el error en acierto y la fealdad en belleza, siempre y cuando dejemos que el Espíritu de la lucha dance sobre el abismo de aquella grieta.
Bruce convivió y evocó al espíritu de la lucha desde el día que le pusieron aquel nombre y hasta el día de su muerte, y no cuesta mucho imaginar que un día el Espíritu de la lucha se le manifestó y le dijo «La derrota es un estado mental, nadie está realmente derrotado hasta que la derrota es concebida como una realidad”.
El niño Bruce se sabía hombre a pesar de aquel nombre impuesto y toda su vida la aplicó a desarrollar el poder de un hombre, que al mismo tiempo era dúctil y suave y femenino como el agua, pero hemos hablado de su muerte, y he aquí el último de los misterios, pues no sabemos de qué muerte murió Bruce Lee.
Dicen que murió de hiper sensibilidad a un medicamento para el dolor de cabeza, pero no creo esta explicación, y no creo que Bruce hubiera estado de acuerdo con ese diagnóstico. Creo que su muerte fue resultado de un inmenso saber acumulado que en determinado momento no pudo ser absorbido, como si no lograra ejercer un control sobre aquel conocimiento instintivo que afloraba.
También es posible que la causa fuera parecida a ésta pero no exactamente la misma, pues acaso, terminar de saber aquello que sabía lo hubiera separado todavía más de las ideas del resto de los hombres, y un hombre puede enfrentar a su medio, pero no puede enfrentar absoluta y radicalmente en todos los terrenos a su medio, pues el hombre por más solitario que sea, siempre es un ser gregario y algún tributo debe pagar a la sociedad de los hombres.
Murió, sintomáticamente, a los treinta y tres años. La autopsia reveló que su cuerpo tenía dieciocho, pues Bruce Lee había adivinado el método para enlentecer el tiempo, y esa es otra enseñanza que nos dejó, otra huella en la arena de nuestra vida.
Freddie Mercury, al morir, le dijo a su amigo que pensara en todo lo que había hecho, en todo el poder que había desplegado, y le pidió que pensara en él al menos una vez al día. Es un lindo pedido que habla de muchas cosas, y de una manera de vencer a la muerte en tanto vivamos en otro plano, aunque más no sea en el escenario que crea la mente de un amigo.
Podemos pensar en Bruce Lee como un mero actor de Hollywood, el que inauguró ese camino de films de artes marciales, el que nos regaló aquella serie llamada Kung Fu, que para muchos fue el inicio a la filosofía de oriente, y recordarlo así no estaría mal, pero tampoco sería justo y la justicia es algo a perseguir en la vida y en la muerte. Yo te diría que pienses en cómo Bruce Lee llegó a realizar proezas imposibles y que pienses en ese regalo que nos dejó nacido del misterio.
¿Qué somos? ¿Cuál es nuestro real poder? ¿Por qué es un desvío suicida ponerle un nombre a un pensamiento? El hombre que se repuso del dolor y se alzó del dolor para alcanzar una de las mayores cimas logradas por el hombre, se llamaba Bruce Lee y el Destino quiso que naciera en el año y en la hora del Dragón.
El hombre agradecido debe inclinarse ante su sombra y este texto no es otra cosa que una de sus infinitas manifestaciones, pues la muerte, amigo mío, es una mentira que han erigido ante tus ojos.