El poder sanador de la música | Gustavo Ripa

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Seguramente alguna vez has leído u oído hablar del “poder sanador” de la música. Seguramente alguna vez, experimentaste ese poder sanador.

Tal vez sientas y sepas que determinada música te activa y te renueva las ganas de encarar el día y otra te relaja y te ayuda a descansar. Puede ser que otras músicas te hagan recordar a personas o situaciones. Desde hace mucho tiempo, los humanos conocemos ese poder y ha sido estudiado y formado parte de las prácticas terapéuticas ancestrales. Con el nacimiento de la Musicoterapia en el sXX su cuerpo de conocimientos, investigación, escuelas y métodos han llevado esta disciplina a transformarse en un recurso terapéutico válido y a integrarse a las instituciones de salud y a la consulta privada.

En los años más recientes, gracias a las Neurociencias y la posibilidad tecnológica de monitorear la actividad cerebral con estímulos musicales, hemos podido entender mucho más acerca de la influencia notable que tiene el sonido y la música en nuestro cerebro.

Desde hace tiempo investigo diversos aspectos de ese poder sanador que tiene la música (y diría que el sonido también), pues lo he experimentado muchas veces en mí mismo. He aprendido que influye favorablemente en el desarrollo cognitivo, en los ritmos de nuestro cuerpo (cardíaco, respiratorio, frecuencia cerebral…) en la memoria, la atención, la socialización, comunicación y la escucha…..que es el punto donde hoy quiero ir.

Muchas personas buscamos técnicas y recursos diversos para encontrar un punto de equilibrio personal, en este mundo tan “loco”,exigente y estresante. Queremos sentirnos mejor, más plenos, más calmos. La música y el sonido pueden ayudar a encontrar ese equilibrio. La escucha consciente puede ayudar. Solo tenemos que aprender qué es y cómo podemos practicarla.

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¿Qué es escucha consciente?
Oír es lo que hacemos todo el tiempo, no podemos dejar de oír, no tenemos “párpados en los oídos”. Es algo que sucede sin nuestra voluntad. Los sonidos aunque no nos demos cuenta, “están ahí” y sus vibraciones nos llegan de igual forma. El cerebro, por suerte, filtra y selecciona los estímulos sonoros, sino no podríamos asimilar tanta información.

Escuchar es un acto voluntario, es necesaria mi voluntad para prestar atención y concentrarme en un sonido o en una música. Necesito poner mi atención, mi mente y mi escucha dirigida a ese “objeto” (música o sonido). Una de las cosas interesantes es que la música es algo que se expresa y transcurre en el PRESENTE, como la respiración. Ya sé….estás pensando en prácticas de Meditación y Mindfulness. Bien, estás enfocado.

Las prácticas de escucha consciente refieren a un entrenamiento de la escucha más profunda y sutil, pasando por las diferentes “capas” de la escucha. El conocimiento y discernimiento de los elementos de una música no se enfoca en la adquisición de conocimientos“técnicos/teóricos”. Es para toda persona.

Derribando mitos
En estos años de docencia, y en especial en mis nuevos cursos de Música y Salud, derribamos dos frases- creencias -hechizos, que lo único que han hecho es limitar y frustrar a la mayoría de las personas y estas son: 1) Yo no sé nada de música y 2) (La “típica”) me gusta o no me gusta.

Yo no sé nada de música
No te lo creas, es mentira. Asociamos la idea que los que “saben” de música son los que saben “leer y escribir” música, y eso es una habilidad que cualquiera puede adquirir. “Saber” música es mucho más, sino que te lo diga Rada, Zitarrosa, Julio Cobelli por citar solo a algunos grandes de la música uruguaya. Cuando practicamos en los cursos, descubrimos que sabemos bastante más de lo que suponemos. Podemos saber cuando una melodía está mal, podemos reconocerlas aunque estén camufladas, podemos anticiparnos a lo que viene, podemos llevar el ritmo, podemos distinguir si hay más de un instrumento (más allá que sepamos cuál es) y sobre todo podemos SENTIR la energía y emoción que mueve determinada música. El “hechizo” de no saber música ha hecho que la mayor parte de las personas “entreguen” la música a “los que saben”, volviéndose meros consumidores de música, comprando moda, lo que se supone es bueno, lo que los medios quieren que compres, donde una música te robotiza o dura un verano, con suerte.

Me gusta o no me gusta
En general se dice esta frase cuando la persona está convencida que es lo máximo a lo que puede aspirar en su análisis musical. La típica “vos sabes de música. A mi solo me gusta o no». Se dice que una vez (nunca pude confirmarlo), un reportero le preguntó al maestro Egberto Gismonti cuál era la música buena y la mala. El genial músico contesta: “No divido la música en buena o mala sino en la QUE NECESITO y en la que NO NECESITO”.

Esta genialidad conceptual hace que exploremos en nosotros mismos qué es lo que necesitamos (además que no hace juicios de valor). No lo que “me dicen”, no lo que hasta ahora creí. Pone la decisión en mí, pone en juego la primera habilidad de la Inteligencia Emocional: el AUTOCONOCIMIENTO. Solo si sé lo que necesito y lo que no, puedo elegir y eso se logra con el autoconocimiento, se logra con una conexión interna, con lo que siento, con la emoción.

Escucha Consciente – Escuchas que disciernen.
Gracias al blog de mis amigos de la Escuela Sargam (Argentina), aprendi que a principio del siglo XX , en India, un gran maestro llamado Vishnu Digambar Paluskar, fundó una escuela de música y en su discurso inaugural dijo: “Mi objetivo es crear “kansens” (escuchas apasionados que disciernen) antes que “Tansens” (Tansen era un gran virtuoso del siglo XV).

“Escuchas apasionados que disciernen”… todas las escuelas de música que conozco están enfocadas en crear virtuosos, en la “performance”. En general no nos enseñan a escuchar música, no nos enseñan a escuchar directamente. Casi todo tiende al automatismo, la distancia, la uniformidad, la frialdad, lo efímero.

El desarrollo de la cultura musical debe realizarse, según creo, en red, donde todos los integrantes de esa red: músicos, escuchas/público, medios de difusión, técnicos, productoras, deben ir creciendo juntos en calidad, en discernimiento. Si las audiencias no son cada vez más sensibles, más comprometidas y más exigentes, la música no avanza. Así de simple. La música abre universos increíbles, podemos beneficiarnos de su poder sanador, está ahí…para todos. Por más músicos y escuchas conscientes. Por más músicos y escuchas que disciernen.