“Un genio de la televisión”. “Con solo dos películas despertó la admiración de Almodovar y Alex de la Iglesia”. “Inventó la televisión en España”. “Ocurrente, sabio, exigente”. Son algunos de los titulares y comentarios de la prensa española para destacar las dotes de Narciso Ibáñez Serrador. Para todos, “Chicho”, como lo nombraré de aquí en adelante.
El guionista, director, presentador y gestor de una catarata de ideas que revolucionaron a la televisión española, murió en Madrid, el viernes 7, a los 83 años con plena lucidez y con la promesa de filmar una nueva película. Buena edad para morir cuando se arrastra durante años una enfermedad degenerativa que, al dinámico e inquieto “Chico” lo obligaba a trasladarse en silla de ruedas.
Si la nacionalidad dependiera sólo del lugar de nacimiento era uruguayo. Sólo durante un ratito aunque la nacionalidad uruguaya sea legalmente irrenunciable. Nunca la reivindicó, ni tenía por qué hacerlo. Como artista fue primero argentino y luego, definitivamente, español.
Nació en 1935 en Montevideo porque sus padres –Narciso Ibáñez Menta y Pepita Serrador- estaban de gira artística el único sistema en una época en que la promoción se hacía en directo. Cuando la madre se recuperó del parto regresó a Buenos Aires donde desarrollaba su principal actividad con su esposo.
“Chicho” se formó a través del gran talento de su padre y la sensibilidad artística de su madre, integrante de una familia de artistas (los Serrador), núcleo esencial del arte en la Argentina de la época. Sin duda el ADN influyó, pero también el oficio que aprendió junto a sus padres y el trabajo, sobre todo, el trabajo incansable.
Durante siete años en forma ininterrumpida sentó sus reales en programas de Canal 7 de Buenos Aires.
En 1947, con once años se radica en España con sus padres que se habían divorciado en 1941 y cursa secundaria en Salamanca. Adolescente empieza a participar en guiones con el seudónimo de Luis Peñafiel. Entre giras, escenarios y ensayos fue moldeando su personalidad.
Diez años después, junto a su padre, cimentó la historia en televisión argentina, con obras de terror y suspenso. Para caracterizarse echaba mano a su admiración por el estadounidense Lon Chaney, “El hombre de las mil caras”.
“Chicho” con su padre. Foto Radio Televisión Española.
En España debuta como actor en 1954, un oficio que quedó rápidamente de lado para dedicarse a crear y escribir con el seudónimo de Luis Peñafiel. También se dedicó a la dirección teatral.
En televisión “armó” algunos programas de divulgación pero el mayor impacto lo tuvo con la actuación periódica de su padre en “Cuentos para mayores”. Siete años ininterrumpidos en esa tarea le dieron por anexión varios posgrados. Sin embargo, según sus propias palabras en una reciente entrevista, el teatro fue “mi escuela, mi universidad, mis antepasados”.
En 1958, con la colaboración anónima de “Chicho”, su padre filmó en Argentina “Procesado 1040”, la obra escrita por el abogado uruguayo Juan Carlos Patrón, que había tenido un gran éxito en su representación en la Comedia Nacional con el trabajo protagónico de Alberto Candeau.
En la película –que tuvo gran éxito en Uruguay- además del autor, participaron los uruguayos Rubén Cavallotti, su director , el guionista Wilfredo Jiménez y en un papel protagónico Walter Vidarte como joven delincuente “El zorrito” con el cual consolidó su fama que más tarde lo llevó a España.
La película completa se puede ver en aquí.
En 1963 “Chicho” regresa a España que aún padecía la bota de Francisco Franco. Con filmaciones de sus trabajos en Argentina se presentó el canal estatal Radio Televisión Española (RTVE) sin ninguna recomendación. La televisión española comparada con el desarrollo de la argentina estaba en pañales, razón por la cual en esa época muchos actores y actrices argentinos filmaban coproducciones. Fue suficiente que vieran sus trabajos para decirle: “Usted de acá no se va sin un contrato”. Y no se fue.
Los españoles que hoy tengan más de 50 años guardan en su memoria series como Mañana puede ser verdad o La historia de Saint Michel y, especialmente por los sacudía y atemorizaba Historias para no dormir en la que volcó todo lo que había aprendido de su padre, un maestro del terror.
También trasladó el terror al cine como guionista y director con La residencia (1969) y Quien puede matar a un niño (1976) sus dos únicas películas.
Se mantuvo al margen de la política, salvo cuando lo convocó el primer presidente de la democracia, Adolfo Suárez. Inteligente observador Suárez tenía claro que para consolidar los valores de la democracia la televisión era fundamental. Le ofreció el cargo de director de programación de RTVE y aceptó durante cuatro meses. Su principal combate fue eliminar la censura y recuperar autores y realizadores excomulgados durante el franquismo.
”Chicho” dirigiendo «¿Quién puede matar a un niño?» – Foto RTVE
Podría parecer que en la vida artística de “Chicho” la mayor o tal vez única influencia fue la de su padre. Sin embargo la presencia de su madre fue fundamental. Ella le enseñó el oficio desde cero: primero fue alcanza trastos, luego acomodador, más tarde vendedor de entradas hasta que llegó su momento de realizador.
«Nunca fue una madre tierna, ni de besitos ni de caricias. Era una madre autoritaria, seca, inteligentemente seca, que me fue formando sin que yo me diera cuenta de ello», reveló en una entrevista con RTVE.
Transitó con pasmosa facilidad de las obras de terror o la formalidad de Shakespeare al entretenimiento y el humor.
Un, dos, tres…responda otra vez, de su propia productora Prointel, se constituyó en el programa de entretenimientos y humor más relevante en la historia de la televisión española. Raro es que los programas de reseñas del pasado no sean encabezados por ese programa y que alguna de las “azafatas” que acompañaban al presentador no sea entrevistada. Entre las primeras estuvo Victoria Abril
En 1990 creó Hablemos de sexo conducido por la psicóloga Elena Ochoa que también fue televisado en Uruguay. Si los españoles se asustaban con el terror, ni qué hablar de cuando Ochoa apareció hablando con naturalidad del pene, la vagina, la masturbación o el punto G.
Elenco de Un, dos, tres… Foto EFE
Pese a la enorme repercusión popular de sus programas los premios no lo avasallaron salvo en el último tramo de su carrera.
Recibió el Premio Nacional de Televisión 2010, el Premio Maestro del Fantástico del Festival Nocturna, el Premio Ondas al Mejor Programa por ‘Hablemos de sexo’, premios Antena de Oro, Premio Iris y Premio Feroz de Honor, entre otros galardones. Este año, en febrero, fue distinguido con el Goya de Honor. Murió cuatro meses después. Lo sepultaron en Granada cerca de la tumba de su madre.
Ibáñez Serrador con su madre, a los tres años