El gran Leonardo. Artista emblemático del Renacimiento, polifacético, insaciable en su curiosidad, de horizontes infinitos e inquietos, refinado. Un hombre cuya vida no alcanzó para todo lo que ambicionaba. Tomaba un proyecto, lo dejaba, entonces empezaba otro y tal vez lo terminara. Registraba ininterrumpidamente en sus códices, un conjunto de veinte volúmenes en toscano antiguo con cientos de páginas cada uno. Allí podemos encontrar desde estudios de anatomía hasta el listado de compras. Estos documentos denotan una mente inquieta como la época en la que le tocó vivir. Absorbió la naturaleza para decodificarla, era un hombre práctico, apasionado por la ingeniería cívica y militar. En pintura, inventó el sfumato, una técnica de suavidad y maestría que dota a sus figuras de un halo misterioso y profundo al que asistimos conmovidos.
En la tarde del 11 de mayo, caminábamos por las calles de Florencia y advertimos personas ataviadas con trajes renacentistas. En el Palazzo Vecchio había guardias con cascos y lanzas. Entramos al salón de los Quinientos y una corte nos transportó a la Florencia de los Médici. Bajo la atmósfera musical, las damas con tocados de perlas y los caballeros galantes, se disponían en ronda. Todos contemplando las delicadas y alegres danzas desplegadas ante nuestros ojos.
¡Qué generoso obsequio! Se trataba de un homenaje a Leonardo da Vinci denominado Hacia las pistas de la batalla de Anghiari, obra monumental que la república le encomendó cuando regresó de Milán, a principios del siglo XVI. Debía decorar una de las paredes de la sede de gobierno, mientras que Miguel Ángel se encargaría de la otra, con el tema de la batalla de Cascina. Ambos episodios representarían el triunfo de Florencia ante Milán y Pisa respectivamente, recordándonos que la Italia renacentista era una expresión geográfica compuesta por ciudades-estado independientes que lideraron la revolución comercial del siglo XIII. Proceso que más tarde financió las obras artísticas que realzaron el prestigio de los mecenas laicos, hombres que amasaron fortuna y poder a través del trabajo, las intrigas, la espada, la traición, la belleza y el asombro.
Entre los siglos XV y XVI se desarrolló el Renacimiento, movimiento cultural inspirado en la perfección de la antigüedad clásica y en la idea del hombre como centro de todas las cosas. La filosofía humanista que impregnó el período fue la semilla de la razón como condición para entender el mundo, a la vez que permitió la aventura de los viajes y cuyo punto culminante fue la Revolución Científica del siglo XVII.
Leonardo nació en 1452 en el pueblo de Vinci, cerca de Florencia. Hijo ilegítimo de una campesina y un notario prestigioso, creció en la casa paterna. Desde temprano las habilidades manuales del joven llamaron la atención de la familia, de forma que lo inclinaron hacia el desarrollo de las artes. En 1469 fue enviado a Florencia como aprendiz del maestro Verrocchio. Hasta el 14 de julio, el Palazzo Strozzi expone 120 obras de este artista clave de la segunda mitad del Quattrocento. La exhibición reconstruye los primeros años de Leonardo en el taller a través de siete producciones, entre las cuales destaca la Madonna y el niño, una exquisita escultura que pertenece al Victoria and Albert Museum de Londres.
En el taller, el joven Leonardo estudia desde pintura hasta diseño de muebles, adora los retos artísticos y técnicos y asiste a la coronación de la emblemática cúpula de Brunelleschi, una impresionante esfera dorada de casi dos toneladas que fue encargada a Verrocchio. Cuando tiene 20 años participa en la pintura El bautismo de Cristo en la cual hay un ángel que gira la cabeza hacia el espectador, para muchos, un gesto que rompe definitivamente con la rigidez heredada de la Edad Media y que inicia los preceptos de la pintura moderna. Cuenta la leyenda que, después de ver tal audacia, su maestro decidió no pintar más
Cuando finalizó La anunciación y el retrato de Ginebra de Binci ya era un artista consagrado. Labró un nombre prestigioso y abrió su propio estudio en Florencia. Mientras tanto, estalló la guerra contra Nápoles y su imaginación voló hacia los portentos de ingeniería militar. Pero la diplomacia de los Médici recuperó la paz y Leonardo retomó el pincel. Hacia 1480, abandona el retrato de San Jerónimo, expuesto en el Vaticano. En él, dolor y espiritualidad se encuentran en una sola expresión resuelta en diagonales y en la tensión muscular que nos recuerda al Laocoonte helenístico. La condición objetiva de las pinturas inacabadas, nos permite apreciar la composición y viajar al terreno de los orígenes tanto en lo que refiere a la historia de la obra puntual como al estado interno del artista. Siempre develando la composición, son esqueletos de lo que pudo ser, pero sorprenden ya que se transforman en la disección de una idea viva y en un “poema mudo”, al decir del propio Leonardo.
Al año siguiente, como parte de la tregua entre el Papa y los Médici, Florencia envía a Miguel Ángel a Roma para pintar la Capilla Sixtina. Leonardo no fue convocado y se entrega a La adoración de los magos que tampoco finaliza. Decide trasladarse a Milán y ofrece sus servicios al duque Ludovico Sforza quien le encarga el monumento ecuestre con el que desea honrar a su padre. Pinta La dama del armiño y La virgen de las rocas, una composición sacra en un mundo húmedo y perturbador. Leonardo sabe que el artista debe hurgar en lo feo para lograr la belleza y penetrar en la oscuridad para encontrar la luz.
Después de algunos años es nombrado ingeniero de la corte de Sforza, trabaja en la construcción de tuberías, en el molde del monumento ecuestre y en el diseño de vestuario. Sobreviene la invasión de los franceses, el bronce de la estatua es destinado a las armas y el célebre molde es destruido por los soldados. La península itálica asiste a un tiempo en el que las ciudades son pretendidas por el Papa y las familias reales de Europa, se trata de las Guerras Itálicas. Luego trabaja en La última cena para Santa Maria delle Grazie, obra deteriorada y vuelta a retocar muchas veces pero que presenta a los protagonistas separados en cinco grupos con Jesús en el medio, concepto inédito hasta el momento ya que las representaciones sobre este tema ubicaban a un apóstol a la vez.
A principios del siglo XVI trabaja como ingeniero para César Borgia, hijo del papa Alejandro VI, príncipe de la guerra que conquistaba territorios para los Estados Pontificios. Es la época de La Gioconda, retrato de Lisa Gherardini, esposa del comerciante florentino Francesco del Giocondo, conservado en el Museo del Louvre y considerado como el ejemplo más acabado del sfumato. También emprende los bosquejos para la decoración de los muros del Palazzo Vecchio, trabajo que finalmente fue realizado por Girogio Vasari, pintor y biógrafo de artistas, quien manifestó “verdaderamente admirable y celeste fue Leonardo (…) y en la erudición y en las letras mucho camino habría recorrido con gran provecho de no haber sido tan curioso e inestable. Debido a ello se puso a estudiar muchas materias, las cuales abandonaba apenas comenzadas”.
Luego de la expulsión de los franceses, Leonardo trabaja para Giuliano de Médici, hermano del papa León X, se desconocen las aspiraciones del nuevo patrono, pero Leonardo se aboca al estudio de la anatomía humana, una máquina en la que los músculos funcionan como cables, las articulaciones son bisagras y los miembros, palancas. Profundiza en la geometría y en la óptica. Al encargarle una pintura, dicen que el mismo León X dijo “Ay de mí, éste no hará nada, ya que comienza a pensar en el fin de la obra antes de empezarla”.
Amado por Francisco I, rey de Francia, fue invitado a su corte en 1516 y nombrado Premier peintre et ingénieur et architecte du Roy, se instaló en el castillo de Clós-Lucé, en Ambroise. Dicen que murió en brazos del monarca el 12 de mayo de 1519.
Desde el 3 de junio hasta el 17 de julio del presente, en Nuevocentro shopping, se realizará una exhibición titulada Da Vinci. El genio, la misma se encuentra a cargo de un grupo de artistas italianos y presentará réplicas de pinturas, inventos, recetas, estudios de anatomía, música y óptica, entre otras cosas. Así, y de diversas maneras, podemos ser parte de una conmemoración que promueve un nuevo voto de amor hacia los tiempos del humanismo, la razón y los sueños en la Tierra.
*Ana Broggio es docente, investigadora y escritora. Integra el grupo Escritores alternos