Sus pies pequeños, femeninos, recorrieron playas, desiertos, ciudades, pampas, montañas y llanos, en busca de una dulce melodía que alegrara el canto de todos y su propio canto. Humilde, todo corazón, compuso las canciones más bellas que se puedan soñar para un ser amado. Entregó su vida por ese amor, no sin antes expresar gratitud por haberlo disfrutado. Condenó lo injusto que provoca la pobreza, alabó lo verdadero de su pueblo y su folklore, su risa y su llanto…
Abrió nuevos firmamentos en la música popular latinoamericana. Criticó a los tiranos y desnudó la hipocresía de los poderosos. Inspiró y enamoró a los jóvenes, arropó a nuevas voces que esparcieron sus sentidas canciones por el mundo. Lanzó a los cielos blancas palomas cuales rosas nacientes y retrató con fidelidad todo lo observado por esos dos luceros suyos, cuando recorría los caminos polvorientos de su sufrido Chile natal.
Recuerdos de un largo trajinar, desde el caluroso norte hasta el nevado sur. Peregrina de espíritu adolescente, corazón errante, perpetua enamorada de la vida. Frágil ante el amor, ese torbellino desesperado que se fue enredando en su alma serena, igual que hace la hiedra entre los muros.