Montevideo era Chicago.
Habían cruzado varios hermanos argentinos que traían como único equipaje una 45 en el bolsillo.
Su trabajo consistía en visitar aquellas peluquerías de señoras o salones de quiniela que los banqueros creyeron conveniente transformarlos en instituciones bancarias.
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Una tarde frente a una de esas peluquerías apareció un hombre.
Su aspecto era inconfundible.
Flaco, liviano de ropas, calzaba zapatillas y su rostro era ya una foto de la crónica policial.
Adentro del banco un Jefe y tres Auxiliares.
– Pedro, mira para enfrente.
– ¿Qué pasa?
– Hoy nos toca a nosotros, decile a Manolo que quiero hablarle.
El flaco observaba todo.
– ¿Me llamaste?
– Sí, Manolo, creo que hoy es el día.
– Yo pienso lo mismo; ya lo vi al flaco.
– Así que cuando vengan a no ponerse nerviosos, entregale lo que hay en caja.
– Menos un palo.
– ¿Cómo?
– Y sí, ya lo aparté.
– ¡Sos loco!
– Por favor, ya lo habíamos hablado…
– Se puede saber.
– Pero viejo, queda entre nosotros; además, hay que habilitar a los muchachos.
– Pedro no precisa.
– Cómo no va a precisar…. Pedrito, ¿quérés cobrar el aguinaldo?
– ¿Cómo?
– Mirá para enfrente.
– ¡Qué pinta de campana!
– Bueno…¿cuánto querés?
– Nada, nada.
– ¿Cómo nada?
– Y… no sé…
– Yo ya amuré un palito
– ¿Tanto?
– Pero querido… por favor…¿cuánto?
– No sé…
– Tomá quinientos
– ¿Te parece?
– ¡Por favor, Pedrito!
– Es que en realidad me vienen bien…
– ¡Y cómo no te va a venir bien!… ¿Querés más?
– Dame trescientos más… ya con ochocientos arreglo el alquiler y dejo unos pesos en casa.
– ¡ Tomate alguna también!
– ¡Varias! por fin, Manolo, un mes que nos va a rendir el sueldo.
El cajero se acercó al cuentarrentista.
– Ernesto, ¿cuánto precisás?
– Mirá qué pinta en la esquina.
– ¡Uy! ….hoy si… y ¿qué estás haciendo?
– Repartiendo algún pesito…¿qué querés, toda para ellos?
– No Ernesto.
– Pero viejo, esto ya lo habíamos hablado.
– Si, ya sé
– Bueno, ¿cuánto?
– ¿Y los muchachos?
– Pedrito ya llevó ochocientos…¡vos cuánto querés?
– No sé…
– Te redondeo un palito.
– Yo qué sé…
– Pero apurate que ya se vienen.
– Y bueno dame…
– ¿Cómo la querés?
– Picado.
– Eso sí, no te regalés.
– No…hoy me tomo unos whiskys tranquilo y después invito a cenar a Cristina.
– Llevala al Bungalow, que se pone muy lindo.
– Muchachos…¿no será un disparate?
– Juan Carlos, por favor… y vos, ¿cuánto precisás?
– No, yo no.
– ¿Cómo no?
– Yo soy el Encargado de la Agencia.
– No jodás.
– Además esto queda entre nosotros.
– Bueno ¿cuánto querés?
– No le preguntés más; dale y chau.
– Dale dos palitos…
– No, es mucho.
– ¿Cómo te lo doy?
– Esperá, esperá.
– Es que vos también tenés que agarrar.
– Dame dos mil… es que justo ahora me vienen tan bien; estaba por pedir unos pesos al banco.
– No te conviene, con los intereses que te cobran.
El flaco se había sentado en el cordón de la vereda; tenía los brazos cruzados sobre las rodillas; su cabeza crespa observaba todo.
– Estará esperando que no haya ningún cliente.
– Ese flaco debe ser un gato.
– El fierro me parece que lo tiene en el bolsillo de la derecha.
– Manolo, a no ponerse nervioso.
– No te preocupes, ya hice el paquete.
A moderada velocidad dobló la esquina un camión de recolección de basura. A llegar frente al banco entreparó su marcha; cuando recobró velocidad, se vio al flaco de zapatos de goma y pelo crespo colgado de su carrocería naranja.
Al verle alejarse manolo le gritó desde su caja:
– ¡Basurero! … ¡Basurero! ¡Muerto de hambre!
Carlos Mendive (Montevideo, 1931) escritor y periodista. Es Doctor en Derecho y Ciencias Sociales Trabajó, fundamentalmente, en el diario El Día. Fue jefe de prensa y agregado cultural de la embajada uruguaya en Buenos Aires. En ese carácter integró la Asociación de Consejeros y Agregados de Prensa de las Embajadas Iberoamericanas en Buenos Aires (ACAPEI), de la que fue presidente durante el año 1997 y participó en distintas e innumerables actividades culturales, charlas, encuentros y conferencias. Integró, como secretario, la Secretaría Permanente (ROU) del Tribunal Internacional de Salto Grande (1994-1995). Fue investido con el título Miembro Titular Honorífico por el Instituto de Derecho Procesal de la Universidad del Salvador, por resolución de septiembre de 2001. Por resolución del 13 de noviembre de 2000 del Instituto de Estudios Artiguistas, fue designado Miembro de Honor en atención a su «relevante personalidad y a su cargo como Agregado Cultural de la Embajada de la República Oriental del Uruguay». A fines de los 70, Desde el fémur y Despues del fémur fueron un éxito editorial sin precentes hasta ese momento.