Despertar en la noche (*) | Antonio Pippo

He soñado con usted, Hermann, luego que mis ojos se cerraran tras releer varias de sus poesías; no fue un sueño placentero, pues en él siempre estuvo junto a nosotros el sufrimiento, el dolor, cierta angustia indefinible. Pero recuerdo el último poema que leí, que, sin embargo, iniciaba un canto de resurrección:

-“La luna en la ventana me despierta,/ se rebelan mis ojos fatigados;/ en la pálida atmósfera revuelan/ ante mí, poderosos, sueños nuevos”.

Y usted hablaba, sin mirarme: -He encendido mi hoguera y ando atareado con un enorme montón de ramaje, casi verde todavía, tristes restos de las últimas y recias tormentas…

Conmovido, lo vi viejo y fatigado y pensé que estaba al final de su larga vida y quise, creo que casi balbuceé algo, preguntarle, torpe, por su entereza ante el padecimiento: las crisis juveniles, las depresiones, ideas suicidas que anochecieron su mente un tiempo, aquella internación en un manicomio, sus rebeldías y la vista corta, la neuralgia y las migrañas que sólo le soltaron al morir, sus tres matrimonios, su búsqueda incesante de la inspiración espiritual y religiosa que le llevó hasta Oriente, pero… usted, Hermann, no me oía aunque yo soñase que me respondía con afecto, condescendiente:

-Sé que dije, adolescente, “seré poeta o nada”. Bueno, he escrito también novelas y ensayos y me rebelé contra las guerras, así como antes lo hice con la rigidez que la doctrina evangélica impuso en mi hogar. Nací alemán, sí, en Claw, pero me convertí en ciudadano suizo y desde Montagnola supe enterarme que me habían censurado en mi país natal y hasta quemado mis libros de esa época.

Deseé que entonces escuchara mi admiración y mi solidaridad. Quería ofrecerle, humilde, compasión. Padecer con él. Sólo respondió el eco de otra parte de aquel poema:

-“Aquí y allá fulgor y claridades;/ más allá, al fondo, azules, las tinieblas,/ espectrales reflejos cristalinos,/ cirios píos y el rabo del demonio”.

¿Por qué, Hermann, tantos le recuerdan taciturno, amante de la soledad, introspectivo, poco afecto a las relaciones? ¡Si usted fue amigo de Brecht, de Mann, de Gide, del pintor suabo Geissler, de Carlo Ferromonte…! Si usted recibía, en su montañoso exilio, decenas de cartas diarias que se empeñaba en contestar. ¿Quizás porque, aún más que la literatura, terminó enamorándose perdidamente de la pintura, que cultivó, y la música de Bartok y de Handel que alegraba su alma?

Fue cuando elevó su voz, sacudiéndome:

-¡Hechizo milagroso, férvido y melancólico hechizo de la fugacidad irreparable¡ Y más milagroso todavía este salvarse del olvido, este guardar el rescoldo de lo ya sido, su secreta supervivencia, su permanecer enterrado y viviente dentro de la palabra dispuesta a ser, conjurada una y otra vez…

Claro, la palabra, su esplendor.

-“Sobre el fulgor y la tiniebla erige/ el genio de los sueños mudas torres,/
novias con sus diademas, troncos y hachas,/ danzarinas, rumores y festines”.

De pronto, y ahora sí en el sueño volvía su vista a mí, dijo: -Lo que yo nunca hubiera podido hablar seriamente con mis padres, esto es, la historia de mi crítica y dudas sobre su fe, y mi progresivo hallazgo de una piedad ajena a cualquier confesión, hubiera sido materia propicia, en mi juventud para hablar con… Pero no sucedió así.

Quise tocarlo, ¿abrazarlo?, en un intento loco. Su figura se fue perdiendo, alejándose; una suerte de voracidad de la fama, pese a su hosca resistencia estremecedora, atenazó y arrastró, llevándose la vida que tal vez siempre quiso y ni siquiera llegó a rozar. Y yo sentí que se iba en paz, como una mariposa asida con fuerza al dorso de una mano que, “al cabo de unos segundos, alza tembloroso vuelo y desaparece en la inmensa y abrasadora claridad”.

-“Y el alma, arrebatada, se apodera/ de la realidad apolillada/ para escaparse, con deleite nuevo,/ a sus propios dominios en la altura”.

DESPERTAR EN LA NOCHE (·) es el título de uno de los poemas escritos por Hermann Hesse, al comenzar el siglo XX. Hesse nació en Alemania en 1877 y murió en Suiza en 1962. En 1946, tres después de publicar su última novela, “Juego de abalorios”, recibió el Nobel de Literatura. En su homenaje, esté donde esté.