Narración escrita por el autor sin utilizar la letra “a”.
Siempre que el chófer nuevo puso en movimiento el motor de mi coche ejecutó sorprendentes ejercicios llenos de riesgos y sembró el terror en todos los sitios: destrozó los vidrios de infinitos comercios, derribó postes telefónicos y luminosos, hizo cisco trescientos coches del servicio público, pulverizó los esqueletos de miles de individuos, suprimiéndoles del mundo de los vivos, en oposición con sus evidentes deseos de seguir existiendo; quitó de en medio todo lo que se le puso enfrente; hendió, rompió, deshizo, destruyó; encogió mi espíritu, superexcitó mis nervios… pero me divirtió de un modo indecible, porque no fue un chófer, no; fue un simún rugiente.
¿Por qué este furor, este estropicio continuo? ¿Por qué si dominó el coche como no lo hizo ningún chófer de los que tuve después? Hice lo posible por conocer el misterio:
—Es preciso que expliques lo que te ocurre. Muchos infelices muertos por nuestro coche piden un desquite… ¡Que yo mire en lo profundo de tus ojos! ¿Por qué persistes en ese feroz proceder, en ese cruel ejercicio?
Inspeccionó el horizonte, medio sumido en el crepúsculo, y moderó el correr del coche. Luego hizo un gesto triste.
—No soy cruel ni feroz, señor —susurró dulcemente—. Destrozo y destruyo y rompo y siembro el terror… de un modo instintivo.
—¡De un modo instintivo! ¿Eres entonces un enfermo?
—No. Pero me ocurre, señor, que he sido muchísimo tiempo chófer de bomberos. Un chófer de bomberos es siempre el dueño del sitio por donde se mete. Todo el mundo le permite correr; no se le detiene; el sonido estridente e inconfundible del coche de los bomberos, de esos héroes con cinturón, es suficiente y el chófer de bomberos corre, corre, corre… ¡Qué vértigo divino!
Concluyó diciendo:
—Y mi defecto es que me creo que siempre voy conduciendo el coche de los bomberos. Y como esto no es cierto, y como hoy no soy, señor, el dueño del sitio por donde me meto, pues, ¡pulverizo todo lo que pesco!…
Y prorrumpió en sollozos.
Enrique Jardiel Poncela (1901-1952) Nació en Madrid. Periodista, escritor, humorista. A comienzos de la década de los 20 hizo amistad con Ramón Gómez de la Serna, quien cambió su forma de entender la literatura, convirtiéndose en su principal influencia. Su primera obra teatral estrenada fue “Una Noche De Primavera Sin Sueño” (1927). En esta primera etapa de su carrera también ejerció como novelista, debutando con “Amor Se Escribe Sin Hache” (1928). Con posterioridad aparecieron “¡Espérame En Siberia, Vida Mía!” (1929), “Pero… ¿Hubo Alguna Vez Once Mil Vírgenes?” (1931) y “La Tournée De Dios” (1932). A comienzos de los años 30, y tras estrenar la obra de teatro “El Cadáver Del Señor García” (1930), Jardiel se marchó a los Estados Unidos, intentando labrarse un porvenir como guionista en Hollywood para la 20Th Century Fox, escribiendo títulos como “Primavera en Otoño” (1933) o “Una Viuda Romántica” (1933). En la Guerra Civil se marchó a Francia. Posteriormente viajó a Argentina para regresar de nuevo a España y residir en San Sebastián, mostrándose favorable en principio al bando franquista decepcionado y descontento con los años de gobierno del Frente Popular. Después del conflicto, retornó a la capital de España y a mediados de los años 40 se declaró independiente a nivel ideológico y con espíritu crítico. Jardiel abandonó en el año 1933 la escritura novelesca para centrar su talento en el teatro escribiendo títulos como “Margarita, Armando y Su Padre” (1933), “Usted Tiene Ojos De Mujer Fatal” (1933), “Angelina o El Honor De Un Brigadier” (1934), “Un Adulterio Decente” (1935), “Las Cinco Advertencias De Satanás” (1935), “Un Marido De Ida y Vuelta” (1939), “Eloísa Está Debajo De Un Almendro” (1940), “Los Ladrones Somos Gente Honrada” (1941), “Los Habitantes De La Casa Deshabitada” (1942), “Es Peligroso Asomarse Al Exterior” (1942), “Blanca Por Fuera y Rosa Por Dentro” (1943), “Cuatro Corazones Con Freno y Marcha Atrás” (1946), una de sus principales obras, que en 1936 se había estrenado con el título de “Morirse Es Un Error”, “Agua, Aceite y Gasolina” (1946) “El Sexo Débil Ha Hecho Gimnasia” (1949) y “Los Tigres Escondidos En La Alcoba” (1949). Además de novela y teatro el autor madrileño también escribió cuentos. Algunos de ellos están recopilados en los libros “¡Por Dios, Que No Se Entere Nadie” y “El Libro Del Convaleciente”. A finales de los años 30 Jardiel llegó a dirigir y escribir cortos cinematográficos, como “Un Anuncio y Cinco Cartas” (1937), “Definiciones” (1938) y un largometraje llamado “Mauricio o Una Víctima del Vicio” (1940). En 1943 creó la Compañía de Comedias Cómicas.El fracaso comercial de sus últimas producciones teatrales le llevó a la ruina económica y un cáncer de laringe provocó su muerte. Tenía 50 años.
Ilustración: Jean Michel Folón (1934-2005) artista plástico francés.