“A fines del siglo XX dejé de ser un ser humano.
Lo que no es, necesariamente, algo malo. Sólo es algo.
Me levanto, escribo, como, escribo, miro tv”
Nick Cave en “20 000 días en la Tierra”
Cuando mi hijo me dijo que se iba a vivir a Inglaterra pensé que la pulsión de cambiar de territorio era algo innato del ser humano pero algunas familias parecen tenerla de forma más aguda, y recordé, que al fin y al cabo la nuestra tenía origen celta, de las islas Británicas pasaron a Galicia, de allí a Uruguay, luego volvimos a la península ibérica, y no debería extrañarme que el más joven de nosotros cerrara el círculo. El hijo inmigrante del hijo de un inmigrante. Nacido en Montevideo, criado en Sevilla y que va a hacerse adulto a una pequeña ciudad en la costa sur inglesa. Traté de callarme los miedos: que era menor de edad, que no hablaba bien inglés, que nunca había trabajado, que el dinero nos daría para que fuera pero no para que volviera, que iba a dejar de tocar su batería por un tiempo… Una de las principales funciones paternas que debería ser obligatoria es callarse los miedos.
Tiempo después, cuando ya trabajaba en un pequeño hotel, era bilingüe y mayor de edad, fui a visitarlo.
Justo antes vi “20 000 días en la Tierra” la película de Nick Cave. En la última escena estaba de pie en la playa de Brighton, con el famoso Pier en un costado. Una playa de piedras pequeñas, esféricas y ruidosas. Un mar gris y con mucho oleaje. Y la voz de Nick asegurando que vive allí porque esa ciudad lo había elegido.
El Brighton Pier (Muelle de Brighton) es uno de los muelles más antiguos y largos del mundo. Mide aproximadamente 524 metros. Su construcción comenzó en 1891 y fue abierto al público en mayo de 1899. Es también uno de los muelles más visitados del mundo. El West Pier (Muelle Oeste) ya no es accesible desde la orilla debido a la caída de la pasarela que lo unía con la tierra. En 2003 la sala de conciertos del Muelle sufrió un incendio por causas desconocidas. En la actualidad, el muelle es prácticamente inexistente y sólo se puede ver el esqueleto de lo que alguna vez fue el muelle más famoso del mundo.
Paseamos por la ciudad esquivando las gaviotas que tienen la obsesión de comerte el “fish and chips” (papas con pescado frito) que se vende con cucuruchos de papel por la rambla. El cielo suele estar nublado y la luz se va temprano, hay una humedad intensa y agradable. Pero lo más extraño que todo tiene un leve aire “montevideano”. “Es por lo gris del cielo”, comenta mi hijo que el año anterior había estado 15 días en Uruguay. El contraste con la luz andaluza es inmenso, en casa se va el último rayo de sol a las diez de la noche. También se come bastante peor. Lo llamo el “bucle del turista”, el listado de defectos y comparaciones odiosas y relativas con nuestro lugar familiar.En Inglaterra todo es más caro. “Parece Uruguay”, bromea mi hijo. Porque a todo esto, y aunque no vive allí desde los dos años, sigue siendo oriental (se le nota en algunas obsesiones: la selección, el Cuarteto de Nos, Fernando Cabrera, las milanesas…). Si les resulta poco revisen su listado, los vegetarianos cambiarán las milanesas por el mate, los intelectuales la selección por Onetti… Al fin y al cabo un uruguayo es alguien que nació en Uruguay, o que se crió, o que se identifica. ¿Qué más da? Uno tiene derecho a elegir donde trabaja, donde vive, y de qué lugar se siente. Es algo íntimo, como la fe o la opción sexual. Mi amigo Felipe era el tipo más orgulloso de ser uruguayo que conocí, vivía en Sevilla, había nacido en Estocolmo. Mi padre vivió 50 años en Uruguay, nunca se sintió de allí pero amaba el Cerro. Hay como una cierta manía por decirle a los demás de qué lugar sentirse, como si mudarse de casa fuera imposible, cuando nuestra especie, como tantas otras, existe porque sabe emigrar.
Kyle Minogue le cuenta a Nick Cave que cuando conoció a Michel Hutchence en un concierto, este no paró de mirarla. Ella estaba en primera fila y luego salió a buscarlo para confirmar esa conexión. Vivieron un romance durante el cual supo que el cantante de INXS era miope. Nunca le clavó la vista en aquel concierto. La primera fila era una nube de personas borrosas.
Entramos a una disquería. Me compro una disco de mi amigo Nick Cave and “The Bad Seeds”. “¿De dónde son?”, comenta el chico de la tienda. “Somos de Uruguay”, afirma mi hijo, “pero mi patria es la música”, agrega.
Según mi hijo el “West Pier” fue quemado por la mafia. Desde la playa algo me recordó al “Graff Spee” hundido por los ingleses. Hicimos sapitos con los “rolling stones” mientras le contaba que durante mi adolescencia hubiera sido un sueño estar aquí. A su edad escuchaba “The Cure”, “Duran Duran”, “Shakespeare sisters”. Mi programa favorito era “El show de Benny Hill”. Mi escritora favorita era Mary Shelley. A veces subía al Cerro y deseaba volar hasta acá. Fue cuestión de dejar pasar los días. Los recuerdos que amamos son una nube de personas borrosas.
En esos días nos enteramos que uno de los hijos de Nick Cave tuvo un accidente mortal haciendo escalada. Por esa causa suspendería su gira que incluía Uruguay. El chico tenía casi la edad de mi hijo. Sentí un escalofrío. “Prometeme que nunca vas a hacer escalada”, tuve la tentación de pedirle.
Brighton celebra una de las fiestas del “orgullo gay” más importantes del mundo. Muchos edificios están iluminados de colores. La ciudad se prepara para llenarse de visitantes. “Esto se pone hecho una locura”, dicen los que trabajan en hostelería. El resto del año la vida es más tranquila. Hay que meterse en los sótanos para descubrir algo muy inglés, está lleno de bandas de rock. La música en vivo es uno de los motores culturales más importantes. En cada bar un grupo haciendo música. Fuimos a un par de conciertos. Imaginé que iba a traer su batería para aquí de un momento a otro. Recordé que unos años antes me habían ofrecido un trabajo en Inglaterra y no acepté por no desarraigarlo de su barrio.
“Creo que voy a ir a otra ciudad”, dijo cuando nos despedimos, “estoy entre Bristol y Buenos Aires”. Nunca planifiques la vida de tus hijos. Ya bastante difícil es planificar la tuya, pensé mientras iba en tren a Londres y luego volaba a Faro, al sur de Portugal. Sentí lo que debió sentir mi padre cuando me fui al Cerro a contarle que me iba a vivir a España.
Fui consciente de lo mucho que extrañaba mi barrio. A mí, en mi barrio. Extrañaba verme soñando con estar en otro sitio.