En el corazón del departamento de Colonia, se ubica Carmelo, ciudad fundada por José Artigas, y a la que el arroyo las Vacas la cruza con un pintoresco puente color naranja que se ha convertido en una postal del lugar. Apenas lo cruzo ya me siento a otro ritmo, conectada al paisaje, a ese aire slow que trasmite y con un encanto particular. Casas bajas típicas de pueblo uruguayo, un bar salido de otro tiempo con unas sillas que esperan a los comensales, se mezclan en la misma cuadra con algunos edificios reciclados, de buen gusto que insinúan que algo más sucede por aquí. Si prestamos atención y miramos más de cerca encontramos encantadores hoteles con vista al río, un restaurante cálido, simple pero con un toque de buena cocina y buena decoración que invita a probar alguna delicia a pasos del puerto. Parece que Carmelo tiene eso, un encanto y belleza austera, simple. Un lugar que hace culto al cuidado de los detalles, al buen gusto y la buena gastronomía. Un estilo íntimo que nos hace sentir en casa, que invita a la caminata, a la charla y a recorrerlo para ver que más hay escondido en su aparente calma. El puerto de veleros y yates a pocos pasos ya son un indicio de que los amantes de la buena vida tienen en Carmelo un refugio lejos de las opulencias y el ruido.
Enoturismo de calidad
Vengo con la intención de llegar hasta Colonia Estrella, al norte de Carmelo, un oasis vitivinícola que nos hace viajar a otro universo. Ya la conocí hace varios años y es un placer repetir la visita. Esta zona de Carmelo se ubica a pocos kilómetros del centro a un costado de la ruta 21 y la considero algo así como una mini toscana uruguaya. Tierras rodeadas de viñas, chacras, almacenes rurales, casas de campo, caminos de balasto, gente amable, buena comida y buenos vinos. Apenas giramos en el cartel que nos indica el paraje, sobre una suave ondulación del terreno la capilla de San Roque se dibuja en el horizonte. Una capilla que parece salida de un cuadro que interrumpe el verde que la rodea. Si tenemos suerte quizás la encontremos abierta. De lo contrario disfrutar de su paz ya es un regalo. Frente a ella se encuentra Campotinto, una posada y restaurante de parada obligada que une la tradición del pasado, con el presente, con una bodega boutique de vinos Premium que une lo mejor de la cultura del vino en una propuesta de alojamiento y gastronomía de alta calidad. Un ambiente donde la pureza de los elementos de la tierra, los diferentes aromas y sabores de sus vinos se concentran en sus botellas que son un deleite para el visitante. Los vinos Campotinto llevan ese paisaje y esas tradiciones en cada copa. Almorzar con vista a las viñas, rodeada del canto de los pájaros con una cocina clásica italiana y de campo es un plan ideal. O un picnic gourmet que es un placer a los sentidos, para desconectarse aún más de la rutina diaria y dejarse llevar por el paisaje.
De allí me voy a Almacén de la Capilla, un viejo almacén de campo en una esquina donde además de hacer una degustación de los mejores vinos de la Bodega Cordano, fundada en 1855 por Antonio Cordano, puedo degustar de unos ricos quesos y fiambres de la zona en un ambiente apacible, cálido y lleno de historias. Como en los viejos tiempos la esquina de Cordano, hoy dirigida por Ana Paula Cordano y Diego Vecchio es punto de encuentro para visitantes, viajeros y amigos, que mientras disfrutan de los placeres del lugar, pueden descubrir entre los estantes viejas fotos, la historia de esa zona emblemática del campo carmelitano y objetos antiguos del oficio de bodeguero que identifica a la familia. Además esa parada es una buena excusa para llevarme dulces, mermeladas, algún vino y unos caramelos de tannat, una de las novedades de la casa. Los vinos finos y de mesa son la especialidad de Bodega Cordano que podemos disfrutar debajo de una vieja parra que da sombra a la galería del viejo almacén.
También allí se encuentra Entre Viñas, una propuesta para alojarse en medio de los viñedos. Una cabaña de madera, simple, rústica y con todas las comodidades que nos permite descansar en medio del paisaje. Un plan natural, exclusivo y exótico muy requerido por los visitantes extranjeros que buscan conectarse con la naturaleza más pura. Esta idea propone además poder sumarse a la rutina diaria de la viña y de la bodega, desde la poda o de la vendimia de acuerdo a la época del año en que visite. Inaugurada en abril de 2015, la cabaña ya es un clásico para los huéspedes que buscan privacidad, tranquilidad y remanso, fuera de los circuitos turísticos clásicos y eso ofrece la alternativa de Entre Viñas.
Un lugar ideal para planificar mi próxima etapa del recorrido por los caminos del vino en Carmelo.
Fotos: Gabriela Viera