Escritores aguantando el mostrador | Jaime Clara

¿Qué tienen en común los escritores John Cheever, Tennessee Williams, John Berrymann, Ernest Hemingway, F. Scott Fitzgerald y Raymond Carver? Que son norteamericanos, que son muy buenos y fundamentales en la literatura del tiempo que les tocó vivir. Es verdad, pero hay un dato sobre el que escritora Olivia Laing (1977) escribió: todos eran alcohólicos.

Esta crítica literaria inglesa se pregunta en un libro que acaba de llegar a Uruguay, ¿por qué beben los escritores? El alcohol y las borracheras forman parte de la leyenda de quienes son creadores. Se cree que en el estado de embriaguez favorece la creatividad. Más de uno hizo la prueba y quedó atrapado en el alcoholismo, sin generar una sola línea de valor literario.

Según la autora «estos seis escritores y muchos otros han tenido un fuerte deseo de escapar de la infelicidad, de construir mundos compensatorios, ya fuera por la vía de la ficción o de la intoxicación»

La investigación de Laing hace foco, entre otros aspectos, en la relación alcohol mediante de algunos de ellos. Por ejemplo, Hemingway y Fitzgerald recorrían bares de París en los años locos, mientras que Carver y Cheever tenían un comercio donde vendían bebidas, allá por 1973, en Iowa. ¿Se puede conocer el origen del alcoholismo en escritores tan talentosos? No es una respuesta sencilla, aunque se pueden establecer algunos patrones que se reiteran, como infancias complicadas, infelices, padres autoritarios, violencia familiar y hasta cuestionamientos sobre sexualidad.

«El alcoholismo no es una dolencia que pueda definirse fácilmente. Según la Sociedad Americana de Medicina de la Adicción, sus rasgos esenciales son ´falta de control con la bebida; obsesión por la droga alcohólica; uso de alcohol a pesar de sus consecuencias adversas y distorsiones en el pensamiento, principalmente la negación», escribe Laing. Más adelante agrega que «como es de esperar, las teorías qeu los escritores suelen ofrecer están más orientadas hacia lo simbólico que hacia lo sociológico o científico. Analizando a Poe, Baudelaire comentó en una ocasión que el alcohol se había convertido en un arma ‘para matar a algo que llevaba adentro, a un gusano que no podía morir.» También se hace mención a que en la introducción a la novela póstuma del poeta John Berryman, Recuperación, Saul Bellow declaró que «la inspiración contenía una amenaza de muerte. Mientras escribía las cosas a las que había esperado y por las que había rezado, se iba desmoronando. La bebida era un estabilizador. De algún modo, reducía la letal intensidad.»

El título de este formidable y detallado ensayo, El viaje a Echo Spring hace referencia al nombre que utiliza el personaje de Brick en La gata sobre el tejado de zinc, de Tennessee Williams, para describir la bebida a su padre, Big Daddy. “Voy a hacer un viajecito a Echo Spring”, dice, cuando es evidente y se sabe que se menciona una famosa marca de bourbon guardada en el barcito de la casa.

El libro es fascinante porque relata, con lujo de detalles, situaciones concretas y la vida de estos pilares de la literatura contemporánea, en su relación con la bebida y con sus libros. Vaya que es original analizar a Hemingway o a Cheever o a Carver, a través de la bebida que los embriagaba todo el tiempo. Pero la autora no hace una apología del alcoholismo, sino que cuenta historias, como una una escritora más. Siempre, la última palabra, como si fuese una última copa, será del lector.

El viaje a Echo Spring. Por qué beben los escritores. Olivia Laing. Ático de los libros. España 2016. Distribuye OCEANO.