Llegué casi por casualidad. Sin darme cuenta había encontrado un lugar que me trasladó a otro paisaje y otro ambiente en diez minutos. Así fue que descubrí Casa Grande, Arte y Viña hace ya algunos años buscando un lugar diferente para celebrar mi boda. Si bien no realicé allí finalmente mi casamiento, encontré un amor para siempre. El viñedo de Casa Grande rodea un par de casas, una de ellas la casa familiar y la otra, la antigua casa de los abuelos que hoy es el lugar para recibir a los visitantes, donde Francesca y Florencia, las anfitrionas – madre e hija – me esperaban. Apenas pasar la puerta los detalles, la calidez del ambiente y la charla hacen de la visita un placer, un lugar ideal para la pausa. Si bien fui por trabajo varias veces, Casa Grande es algo así como un oasis bien cerca de Montevideo, a donde muchas veces quiero ir sólo a buscar un buen vino para regalar, y tener la excusa para “parar” de la vorágine. Florencia comenzó primero con una idea, la de hacer su propio vino y le puso Casa Grande. Sello que hoy identifica la viña. De familia vitivinícola de toda la vida, fue nutriendo su paladar y olfato desde siempre y tuvo claro que lo suyo era el camino del vino. Estudió enología y comenzó probando variedades y cepas. Poco a poco fue tomando forma y hoy Casa Grande es una bodega boutique visitada por extranjeros y nacionales que eligen sobre todo calidad y lo artesanal. Junto a Francesca con quién hacen una excelente dupla, le dio al lugar un toque diferente a las tradicionales bodegas.
Cada rincón respira arte, creatividad, buen gusto y una conexión a los orígenes, a los elementos nobles, a la madera y a los objetos con historias. Simplicidad y calidez es lo que se encuentra en su bodega. Un lugar que más bien parece una gran casa donde inspirarse, donde uno encuentra rincones exquisitamente decorados con reminiscencias vintage. El arte y la naturaleza están presentes, el aroma a las uvas que fermentan, el vino que espera para ser entregado, algunos bancos debajo de los árboles y el encanto de lo simple destacan a Casa Grande. Una gran estufa en el centro de la sala, mesas largas como para juntarse con muchos y una cocina que parece salida de una postal de la toscana.
En un gran galpón al fondo, que se encuentra luego de cruzar el jardín, es donde se realizan las degustaciones de sus principales variedades de vinos, a un lado un cálido rincón al estilo despensa expone a la venta las diferentes líneas de vinos, la tradicional grappa, además de conservas caseras que realiza Francesca y jabones artesanales de Tannat que se realiza a partir del tinto Tannat de la bodega y posee bondades antioxidantes, depurativas y astringentes.
Sus líneas de vinos son; línea joven Colección Artística; línea reserva Varietal; y línea Destilados y Espumosos. En la línea joven tienen el Tannat, el Cabernet Franc, el Rosé, el Sauvignon Blanc y el Merlot. “Creemos que el vino es un arte, una expresión que en su individualidad dialoga con quién lo consume”, dicen sobre sus vinos. En los varietales tienen al Albariño, el Tannacito y Arinarnoa. En la línea Destilados y Espumosos, se encuentra la Grappa que es producida a partir de orujos frescos de diferentes uvas, “mediante una doble destilación en alambiques artesanales a leña, siguiendo una antigua receta de origen italiano”. El “Zelante” por su parte es el espumoso de Casa Grande y lo presentan así “métodos champenoise 100% viognier. De color amarillo tenue y brillante con reflejos dorados, presenta finas burbujas que ascienden desde el fondo de la copa. Muy fresco y aromático. Resalta por sus recuerdos de frutas de carozo (duraznos). En boca es refrescante, de acidez y pasaje agradable. Apto para el aperitivo, para acompañar platos delicados y ligeros”. Más que una bodega, una experiencia a los sentidos.
La familia de origen italiano contagia el espíritu alegre y cálido a todo lo que hacen, invitan a reunirse alrededor de la mesa, al arte de recibir en casa y hacer algo especial a cada ocasión. El vino de Casa Grande reúne todo eso en sus botellas, cariño, mucha fuerza, alegría, creatividad y buen sabor. Es que una Casa Grande es donde caben todos, donde se juntan y reúnen. Y el vino lleva consigo ese sello. “Casa Grande elabora todos sus vinos de forma artesanal, con el cuidado necesario para lograr que cada botella conserve la calidad, aromas y texturas que lo caracterizan”, expresa su portal y nada más cierto.
En Casa Grande no sólo hacen vinos, hacen tours de vino y cenas para pequeños grupos. Es un lugar concebido para pasarla bien, para degustar y probar buen vino, para darse tiempo a las cosas simples, a los amigos, la familia, la charla, el encuentro y la risa. Y sobre todo para aprender de este oficio que hacen con tanto amor, buscando siempre lo mejor.
Cada proceso en la bodega es compartido con familia y amigos, la vendimia, la cosecha, el pisado del vino, el añejado. Y todo eso permite lograr un vino con una personalidad bien definida. Casa Grande te deja el corazón contento y sin dudas con ganas de volver.
Gabriela Viera es comunicadora, periodista, viajera y apasionada por la fotografía y las historias.
Licenciada en Comunicación Social y Técnico en Turismo.