Todos los viajes son únicos. Son vivenciales y cada uno vive y revive esas experiencias en cada momento. Algunas personas, ordenadas y pacientes, suelen describir esas experiencias en cuidados diarios de viaje. Es lo que hizo el amigo Alain Mizrahi, durante un particular viaje a Uzbkistán, una tierra lejana, para un yourugua, como él se denomina. Generosamente comparte ese viaje en Delicatessen.uy en esta y varias entregas.
Día 10
Assalam Aleikum amigos ! Internet es un servicio muy escaso en Samarcanda, a duras penas conseguimos un boliche con wifi. En realidad internet tá difícil en todo el país, y el amigo Islam Karimov, presidente «democráticamente reelecto» con 95% de los votos desde la independencia en 1992, no tiene demasiado interés en que se desarrolle demasiado y que los jóvenes uzbecos se enteren de lo que pasa en el mundo.
Samarcanda es una tremenda ciudad en comparación con las demás que hemos visto. Pero a pesar de 20 años de independencia de la URSS el consumismo aún está lejos de ser el de otras latitudes. Pocos comercios, casi nada de publicidad en las calles (y la que hay es muy primitiva), sólo vi un supermercado y con pocas marcas de todo, los autos son todos Chevrolet o Daewoo, no vi locales de ropa, en fin, aún no entiendo cómo la gente de abastece de todo. Flota como cierto aire de tristeza o de resignación, no ves a la gente reírse y no entiendo bien si es porque es parte de su cultura o porque no encuentran motivos para reírse. Son musulmanes pero light, muchos toman alcohol, la homosexualidad aún está penada por ley, es una mezcla rara de cosas islámicas con fuerte influencia de la era soviética y corrientes encontradas que van una hacia Occidente y la otra hacia algo más tradicional pero que no queda claro si es fundamentalismo islámico (no parece pero…) o simplemente un retorno hacia las raíces culturales. Habría que quedarse mucho más tiempo y hablar con más gente para lograr descifrar mejor esta extraña sociedad turco-mongola-persa con 2500 años de historia y decenas de invasiones de todas partes.
El barrio histórico de Samarcanda es muy impresionante. No es una ciudad museo como Bujará, pero los monumentos son mucho más imponentes. La estatua de Tamerlán, la plaza Registán, las cúpulas color esmeralda, todo es monumental, enorme, gigantesco. Y sin embargo se ve una menor concentración de turistas que en Bujará. El calor sigue siendo agobiante desde las 9 de la mañana y hasta las 7 de la tarde. Las calles se vacían al mediodía, y a la puesta del sol salen las familias a pasear por las plazas y la calle peatonal.
Allí se codean mujeres vestidas totalmente a lo occidental con las que usan vestidos tradicionales uzbecos y las que se cubren la cabeza. Muchos hombres usan el sombrero tradicional uzbeco o tadyik (la mayoría de la población acá es de etnia tadyik y no uzbeca, detalle que ya a esta altura te es totalmente irrelevante pero tenía que decírtelo).
Paseamos un largo rato por el mercado, donde todo el mundo nos sigue saludando preguntándonos de dónde venimos e inmediatamente nos dicen «bonjour» alegremente y nos regalan frutas secas, «halvá» (que es como mantecol pero auténtico) o especias. Lo que me resulta muy gracioso es que cuando intentan adivinar de dónde venimos, conmigo jamás le embocan ni cerca. Según ellos tengo atuendo de turista pero de cara podría pasar perfectamente por alguien de acá. Y bueno, lo que se hereda no se roba…
Mañana iremos a visitar Shakrisabz (dale, animate a pronunciarlo en voz alta), la ciudad natal de Tamerlán, a unos 100 km de acá hacia el sur, en las montañas. A ver si el clima refresca un poquito con la altura…
Día 11
¡Assalam Aleikum amigos! Para todos aquellos que me dijeron “¿y dónde mierda queda Uzbekistan?” “¿No hay guerra civil en Uzbekistán?” “¿No queda cerca de Afganistán?” (con cara de “debe estar lleno de fanáticos fundamentalistas sedientos de sangre y ansiosos por decapitar occidentales herejes”), les voy a contar un poquito la geografía de Asia Central. Así que los que ya pensaron “ufa, qué paspe” salteen estos párrafos.
Asia Central son cinco países, cinco ex repúblicas soviéticas que se independizaron entre 1991 y 1992. Imaginá un gran cuadrado rodeado por Rusia al norte, China al este, el mar Caspio al oeste, e Irán y Afganistán al sur. Ahora dividí ese cuadrado de derecha a izquierda en dos mitades, la que está al norte más grande que la que está al sur. Esa es Kazajstán, que es más grande que los otros cuatro países juntos, más o menos como Argentina. Pero solo tiene 15 millones de habitantes. Pura estepa y desierto, pero con inmensas riquezas en petróleo y gas.
La mitad más chica del cuadrado, la de abajo, la dividís a su vez en cuatro, con la mitad derecha más grande que la izquierda. La mitad izquierda tiene Uzbekistán al norte y Turkmenistán al sur, ambos más o menos del tamaño de Francia, o sea tres veces el de Uruguay. Pero Uzbekistán tiene más población que los otros cuatro países juntos – 30 millones de habitantes – y Turkmenistán tiene tan solo 5 millones. La mitad derecha tiene Kirghistán al norte y Tadyikistán al sur, y ambos tienen más o menos el tamaño de Uruguay; el primero tiene 5 millones de habitantes y el segundo 7 millones. Tadyikistán está casi entero en medio de las montañas del Pamir, el “techo del mundo”.
Las fronteras de los cinco países fueron creadas por Stalin en los años 20, son absolutamente arbitrarias y no responden a ninguna lógica étnica, geográfica o histórica. Al contrario, fueron delineadas como para generar un mínimo de conflictos étnicos permanentes, siguiendo el viejo principio de “dividir para reinar”. Hoy, Kazajistán tiene un 50% de población de etnia kazaja pero otro 30% es rusa; Uzbekistán tiene más de 100 (sí, CIEN) nacionalidades diferentes en su territorio además de fuertes minorías uzbekas fuera del país, principalmente en Turkmenistán, Afganistán, y Tadyikistán. Y así con todos los demás. La población de Samarkanda, la ciudad en la que me encuentro ahora y la segunda más poblada de Uzbekistán, es muy mayoritariamente de etnia tadyika y no uzbeka. Y los carteles que ves en la calle pueden estar indistintamente en ruso, en uzbeko en caracteres cirílicos, en uzbeko en caracteres latinos, o en tadyiko. ¡Y todos conviven con eso y no les plantea problema alguno! Y mirás las caras de la gente y no lográs descifrar su origen porque podrían ser cualquier cosa. Por aquí han pasado persas, turcos, mongoles, rusos, chinos, coreanos, alemanes, y hasta prisioneros de guerra japoneses.
Los 20 años de independencia no hay traído necesariamente la prosperidad a todos estos países… y aun menos la libertad y la democracia. En Uzbekistán un 30% de la población vive por debajo de la línea de pobreza, y ese porcentaje aumenta hasta un 60% en Tadyikistán, donde hay más de un millón de personas que cuando llega el invierno depende de la ayuda internacional para comer. Las diferencias entre ricos y pobres han crecido y siguen creciendo en los cinco países y no parece que eso cambie a mediano plazo. Las economías son muy dependientes de los hidrocarburos en Kazajistán y Turkmenistán, del monocultivo de algodón en Uzbekistán (segundo productor mundial y quinto exportador), y de poca cosa en los dos países más pequeños. Tadyikistán tiene una de las mayores reservas del mundo de… agua, pero mientras eso no sea monetizable y transformable en divisas…
Y en cuanto a regímenes políticos, los cinco tienen gobiernos autoritarios, nepotistas y todo menos democráticamente electos. En todos los casos, los ex capos del Partido Comunista de sus respectivos países asumieron la jefatura del primer gobierno después de la independencia y se siguen haciendo reelegir desde entonces. Turkmenistán es el caso más tristemente folclórico, ya que se lo llama la Corea del Norte de Asia Central. El presidente Niazov – fallecido hace pocos años – llegó hasta cambiar los nombres de los meses del año (a uno de ellos le puso el de su madre), hacer estatuas con su figura en todas partes, hacerse llamar Turkmenbashi (el padre de los turkmenos), y reescribir la historia del país en un libro que es considerado el segundo libro más sagrado después del Corán. Y hacer turismo en ese país no es nada fácil, desde la obtención de una visa hasta la propia visita en la que no podés ni sacarle fotos a una feria sin que te sospechen de intenciones terroristas.
Salimos de mañana hacia Shakhrisabz, la ciudad natal de Tamerlan, ubicada a unos 80 km al sur. Para llegar hay que cruzar una cadena montañosa y un paso a 1800 metros de altura. La ruta estaba en mejor estado que las anteriores que habíamos tomado, quizás porque fue la que tomó el grueso del ejército soviético para ir a invadir Afganistán en 1978… y para retirarse cuando esa guerra se transformó en su Vietnam. La frontera afgana está a unos escasos 250 km más al sur por la misma ruta. A propósito, noté que a los uzbecos no les gusta nada que les hables de su molesto vecino. Te responden “¿qué pasa con Afganistán? No tenemos relación con Afganistán. ¿Qué le podemos comprar? Solo opio, y de contrabando”. Okey, cambio de tema entonces. El tema más molesto me parece que es que hay tres millones de uzbecos en Afganistán y que han sido y siguen siendo un clan muy poderoso en ese país, uno de los contendientes en las eternas luchas étnicas y tribales, y enemigos jurados de los talibanes q1ue son mayoritariamente de etnia pashtún.
Llegás a Shakhrisabz y lo primero que ves es obviamente la estatua de Tamerlán. Personaje controvertido si los hay, ya que algunos lo consideran un déspota tiránico y sanguinario que habría sido responsable por la matanza del 5% de todos los seres humanos del mundo conocido en su época – siglo XIV -, y otros lo consideran un exitoso e iluminado conquistador. Hay anécdotas muy divertidas sobre él, tal como cuando mandó construir la mezquita de su ciudad natal y que era la más grande de todo el mundo islámico. Luego de la construcción le preguntó al arquitecto si era capaz de construir otra aun más grande. Como el muy boludo le contestó que sí, simplemente le cortó la cabeza para que eso jamás sucediera. Un tipo expeditivo sin duda. Bueno, pero de esa mezquita no queda nada más que las paredes ya que la gigantesca cúpula se derrumbó en un terremoto allá por el siglo XVI.
La verdad es que estoy hartándome de tanto monumento histórico, además todos se parecen y están construidos en el mismo estilo. Lo que no deja de asombrarme es cómo se entrecruzan con el Islam las tradiciones, símbolos y ritos zoroástricos, budistas y hasta chamanistas. Otra demostración más del crisol de civilizaciones que ha sido esta región.
Al volver a Samarcanda nos esperaba Sujrob. A diferencia de su hermano menor Pulat, Sujrob es jovial y charlatán, y es tremendo erudito de historia. Nos llevó a cenar y luego nos quedamos charlando en el patio del hotel contándonos chistes. Es muy divertido ver cómo los mismos chistes cruzan las fronteras alrededor del mundo. Solo alcanza con cambiar a Jaimito por “Nasrodín” y a los curas por el “mulá” del barrio y obtenés un auténtico chiste uzbeko.
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Alain Mizrahi. Director de Grupo RADAR desde la creación de la empresa en 1997. Trabaja en el área de la investigación de mercados desde 1989. Egresado de la EM LYON School of Business (Lyon, Francia), y posgrado (Diplôme d’Etudes Supérieures Spécialisées, DESS) en Economía del Desarrollo Rural de la Université de la Méditerrannée (Marseille, Francia). Ex catedrático asociado de marketing en la Universidad ORT Uruguay y docente de investigación de mercados y de marketing estratégico. Presidente de CEISMU (Cámara de Empresas de Investigación Social y de Mercado del Uruguay). Representante de ESOMAR-World Research en Uruguay desde 2002.