Luis Fernando Iglesias (Montevideo, 1958) es escritor y abogado. Tiene un programa de radio sobre música. Su último libro es «Razones de la pelota» (Alfaguara).
Un sabor de la infancia
Los pasteles de dulce de membrillo que hacía mi abuela y las mandarinas luego de jugar al fútbol en la calle.
Una manía confesable
Siempre hago apuestas conmigo en cuanto a que si una matrícula termina en número par (en especial el ocho) augura cosas buenas. El ocho es mi número preferido.
Un amuleto
Ninguno en particular.
El último libro que leí
«La revolución en sepia», de Valentín Trujillo y «Big Data» de Walter Sosa Escudero.
Una película que me marcó
«La Familia» de Ettore Scola pero también «El Graduado» de Mike Nichols, la película que vi más veces y que me marcó la adolescencia.
Algo que evito
Aburrirme. Por suerte es un sentimiento que perdí hace años.
Si pudiera volver a empezar sería
Bastante parecido a lo que soy. Todo lo que hago me gusta y he sido lo que quería ser.
Un lugar para vivir
Montevideo y para ser más preciso Parque Batlle.
Un lugar para volver
Madrid, Londres y París surgen solos, sin olvidar Dublín o Santorini. Pero si tengo que elegir uno, elijo con el corazón a Hermenegildo lugar al que vuelvo cada enero. En esa playa ventosa y entre sus casas no demasiado agraciadas, se esconde la felicidad de haber vuelto un año más.
Una materia pendiente
Haber sido mejor músico y dominar más la guitarra. Experimenté la emoción de estar en un escenario con otros músicos y es algo pleno, difícil de explicar.
Un acontecimiento que cambió mi vida
El nacimiento de mis hijos, porque todo se siente diferente después de tener hijos, y el Concurso Pelota de Papel de 1998, organizado por Fundación Bank Boston y Editorial Santillana. A este concurso envié mi primer cuento de ficción futbolera, “El hincha por la ventana”, y para mi total incredulidad lo ganó. Ahí comencé a sentirme un escritor.
El escritor definitivo
Por agradecimiento, en todo lo que me influyó en el comienzo, Julio Cortázar. Quizás hay escritores a los que considero superiores como Jorge Luis Borges, Raymond Carver o, en especial, Alice Munro. Pero, como dice un amigo, a Cortázar antes que nada se lo quiere.
Algo que jamás usaría
Un tatuaje.
La última vez que pensé “tierra, trágame”
Fue hace más de treinta años. Había ido a Entre Ríos a un encuentro de la juventud. En el lugar de la conferencia había enormes puertas de vidrio. Llegaba tarde a una sesión, corría y las puertas no tenían marcas… traspasé la puerta de vidrio con un estruendo. Me salvó que fuera corriendo porque seguí de largo y los vidrios en punta que cayeron no me tocaron. Apenas unos cortes en la cara. Cuando me atendieron, un amigo me preguntó “¿te duele algo?” “El orgullo” le respondí.
El lugar más feo del mundo
La despedida en el cementerio un día de lluvia.
Una rutina placentera
La mañana del sábado, espacio que siento mío y donde se agolpan cosas que hago con especial placer. Leer, pasear a mi perro, escuchar radio, escribir. Todo se hace mejor un sábado de mañana.
Me aburre
Las salas de espera pero, como dije, es una sensación que intento abolir. Siempre me llevo un libro.
Una extravagancia gastronómica que frecuento
La bondiola con ananá tapado de canela a la parrilla, es un clásico en las noches de Hermenegildo. Aunque no sé si califica como extravagancia
Una canción que aún me conmueve
«Tom Traubert’s Blues» de Tom Waits.
Un restaurante que nunca falla
En su momento Foc, cuando estaba en Ciudad Vieja.
Algo que cambiaría si pudiera
Mi ansiedad antes de los viajes y la leve hipocondría que me acompaña desde la infancia.
El valor humano que más admiro
La solidaridad.
Una última palabra
Gracias