En 1959, Abelardo Castillo (1935-2017) ganó un premio en un concurso de cuentos organizado por la revista Vea y Lea. El jurado estuvo integrado por Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Manuel Peyrou. A partir de allí, Castillo se transformó en uno de los intelectuales más importantes de su país. Fundó la revista literaria El Grillo de Papel (1959-1960), El Escarabajo de Oro (1961-1974), publicación caracterizada por su adhesión al existencialismo y al compromiso sartreano del escritor. Luego dirigió El ornitorrinco (1977-1986). Ha escrito teatro, novelas y varios volúmenes de cuentos. Esta es una entrevista realizada en 2004.
LA CRISIS “Buenos Aires es una hermosa ciudad. Pero, no solo Buenos Aires, sino el país entero, está viviendo por una etapa de las más críticas de la historia argentina.
Es una relación bastante difícil la que tiene un escritor con la realidad, en momentos como éste, por que pone en cuestión todo la manera de ver el mundo. Es más, puede hacer pensar hasta en la legitimidad de la escritura. Es muy difícil no pensar qué sentido tiene escribir cuando se está frente a una realidad que puede ser definida así: más de 15 millones de hombres y mujeres que viven bajo el nivel de la línea de pobreza, cien chicos que mueren de hambre por día y una situación que, aunque da la impresión que está paliándose y de la que se va a salir, sigue siendo muy oscura y muy patética. Todo esto pone en cuestión tu oficio. Nietzsche decía que no hay escritor que en algún momento no se avergüence de escribir. Y éste es uno de esos momentos.”
En el libro Ser escritor (Editorial Perfil, Buenos Aires, 1997) Castillo escribió que “estamos atravesando por lo que yo llamaría una crisis universal del sentido. La religión , la ciencia, el arte ya no dan respuestas a nadie. El final de la historia, el fin de las ideologías, la muerte dela utopías quieren decir sencillamente que no le vemos un sentido al mundo. La pregunta entonces sería ¿qué sentido tiene la literatura en un mundo sin sentido? “Unamuno decía que el hombre escribe para devolverle, de alguna manera a Dios, en orden, esa cosa caótica que es lo que alcanza de ver del mundo. Es como si con tus propios fragmentos, y con los fragmentos de un universo despedazado hicieras algo coherente y nuevo. Lo que se llama “la obra literaria”, que tiene su propio sentido en si misma, en el hecho de poder ser producida. Lo que yo no podía pensar es que aquello, que era una idea genérica, de pronto lo tenías convertido en hombres y mujeres que están al borde de la miseria. Es muy duro sacar este solo cálculo: la dictadura militar mató en Argentina, en siete años, a 30 mil personas, son los famosos 30 mil desaparecidos que llevamos en nuestra memoria como una cicatriz que va a ser muy difícil de borrar. En un año, si es cierto que mueren, por día, cien chicos de hambre mala alimentación o por falta de atención médica, en Argentina ya murieron 37 mil chicos. Es decir muere en un solo año una cantidad de futuros hombres y mujeres que exceden lo que en siete años mató la dictadura.”
ESCRIBIR FICCION “Un escritor es un hombre comprometido, que no tiene nada que ver con “la” literatura comprometida. Un hombre puede estar muy comprometido y no poder comprometer su literatura. Hay escritores que naturalmente lo pueden hacer. Uno piensa en la poesía de (Nicolás) Guillén, en ciertos poemas de (Pablo) Neruda -aunque la mejor obra de Neruda se puede sacar con naturalidad de la política o del testimonio- o grandes novelas testimoniales o sociales. Pero ¿qué hacemos con la poesía lírica o con aquellos escritores que no tienen esa “cuerda” literaria? Creo que lo importante para un escritor no es comprometer su literatura, porque no todos lo pueden hacer y algunos lo consideran ilegítimo, sino comprometer él su actitudes vitales, comprometer su cuerpo con lo que cree. Por eso siempre he hecho una diferencia bastante tajante entre lo que se llama el compromiso literario y el compromiso del escritor. Para mí dos cosas absolutamente distintas.”
“Hace poco hablaba con otro escritor, Antonio Dal Massetto, de un problema que tenemos. Es la dificultad espiritual de escribir una obra de ficción en un momento tan caótico como éste. No porque yo considere que la obra de ficción sea imposible o culposa, sino porque es como si tuvieras a tu hijo gravemente enfermo o a alguien que amás, con un problema inmediato, algo físico que pasa por lo demasiado inmediato. Por ejemplo, una de las últimas cosas que escribí es un cuento fantástico. Y no es que le quite justificación a la literatura, sino que lo que te quita es esa especie de “egoísmo esencial” que tiene que tener un hombre cuando escribe. Eso que es poder, estar solo en el mundo, aun sabiendo que se está comunicado con todo el mundo, pero esa especie de –no le llamaría ni remotamente “torre de marfil”- pero lugar secreto que es el mundo de las ficciones, el mundo imaginario. Es muy difícil situarse en ese mundo cuando pasa una manifestación por debajo del balcón de tu casa cuando te está pidiendo pan, comida y trabajo.”
HOMENAJE SECRETO A QUIROGA En su última novela, El Evangelio según Van Hutten (Seix Barral, 1999), el protagonista es un arqueólogo uruguayo. Sobre haber elegido esa nacionalidad para su personaje, Castillo fue claro. “Siempre tuve una relación muy afectiva con Uruguay y con lo uruguayo. Siempre he sentido que la literatura argentina sería mucho menos comprensible sin la presencia de la literatura uruguaya. Yo no puedo sacar de la literatura argentina a escritores que no son argentinos pero que son fundamentales para entender la literatura en el Río de la Plata.”
En un estudio sobre Horacio Quiroga (Todos los cuentos, Fondo de Cultura Económica, 1996) escribió que “el Uruguay nos mandó por lo menos a dos, sin los cuales los argentinos nos entenderíamos menos: Florencio Sánchez y Horacio Quiroga. Con Sánchez aprendimos un modo de ser de la pampa gringa para el que no bastaban Martín Fierro o don Segundo; también aprendimos un Buenos Aires que no estaba en el tango ni el sainete. Quiroga nos enseñó la selva, el deslumbramiento y la abominación de la selva. No quiero decir que la describió –casi no hay descripciones en sus cuentos- quiero decir que nos la reveló. No como paisaje, sino como geografía espiritual. (…) El otro sería Juan Carlos Onetti. Aunque la lista pudiera ser más larga, pongamos estos como arquetípicos para nosotros. Yo no termino de sentirlos uruguayos, como no termino yo de sentirme del todo argentino, porque me siento rioplatense. Cuando he viajado a Montevideo es como volver a un Buenos Aires que está en mi memoria y en mi recuerdo. Es el Buenos Aries de los años 60. Al margen de algunas discusiones internas que se suelen tener con los porteños. Cuando se piensa en Buenos Aires, cuando se piensa en Montevideo, hay que pensar en una especie de París colosal divido por un Sena colosal, que es el Río de la Plata. Es como si fuera una sola gran ciudad pero a la latinoamericana. Con el río más ancho del mundo y con dos ciudades, una en cada extremo. Entonces mi Van Hutten lo hice uruguayo porque yo necesitaba hacerlo rioplatense a ese personaje. Pero hay un personaje de Horacio Quiroga que se llama también Van Houten y yo lo pongo directamente como se escribiría en alemán quiere decir choza o cabaña. Aunque el personaje de Quiroga no tiene nada que ver con el mío, pero es un homenaje secreto a Horacio Quiroga. El hecho que yo haya sentido que necesitaba ese apellido para mi personaje me llevó inmediatamente a darle como nacionalidad el Uruguay. Por Quiroga lo hice.”
Castillo de papel Las otras puertas (Cuentos, 1961, Premio Casa de las Américas), Cuentos crueles (1966), La casa de cenizas (Novela, 1968), Los mundos reales (Cuentos, 1972), Las panteras y el templo (Cuentos, 1976), El cruce del Aqueronte (Cuentos, 1982), El que tiene sed (Novela, 1985), Las palabras y los días (Ensayos, 1989), Crónica de un iniciado (Novela, 1991), Las maquinarias de la noche (Cuentos, 1992), Ser escritor (Ensayo, 1997) Cuentos Completos (1998), El Evangelio según Van Hutten (Novela, 1999) Teatro ·El otro judas (1959, 1er. Premio Festival de Teatro de Nancy, 1964), Israfel (1964, 1er. Premio Internacional de la UNESCO), Tres dramas (teatro, 1968). Entrevista El oficio de mentir (Conversaciones con María Fasce, 1998).
Una confesión, la noche “La noche no es una hora en el tiempo, sino un lugar en el espacio. Yo no solo escribo de noche. Leo de noche y hago casi todo de noche. Para mí, entrar en la noche es como entrar en una casa vacía, acogedora, que es mi casa, la casa de la noche. Es entrar en una plaza o en un pueblo que no conozco, porque siempre es una noche distinta, que es la de mi mundo imaginario. No concibo la noche como un momento, como una hora, circunscripta a los relojes.”
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