Despertar | Rosario Infantozzi

El perfume inconfundible del café y las tostadas me hace cosquillas en la nariz y me despierta, colándose en mi cuerpo y haciéndome ronronear de gusto. No abro los ojos porque, si lo hago, quizás se me borre la profunda sensación de bienestar que experimento. Sin embargo, un rayito de sol, acariciándome la espalda, me obliga a darme cuenta de que no amanecí en mi cama. ─¿Qué estoy haciendo aquí?

La historia del indio que heredó la mar | Rosario Infantozzi

        Aquella noche de verano de 1840 la tormenta le puso los pelos de punta al monte que cobijaba el casco de la estancia. El ruido del viento y de los rayos no dejó dormir a nadie.         Con el amanecer vino la calma; los postigos de madera se abrieron y el sol calentito se coló en las piezas. Casilda, la cocinera negra, gorda y sonriente abrió de par en