Despertar | Rosario Infantozzi
El perfume inconfundible del café y las tostadas me hace cosquillas en la nariz y me despierta, colándose en mi cuerpo y haciéndome ronronear de gusto. No abro los ojos porque, si lo hago, quizás se me borre la profunda sensación de bienestar que experimento. Sin embargo, un rayito de sol, acariciándome la espalda, me obliga a darme cuenta de que no amanecí en mi cama. ─¿Qué estoy haciendo aquí?