Roquebrune-Cap-Martin, la virginidad francesa | Priscila Guinovart
Imagine rutas que intercalan, casi caprichosamente, viñedos y olivos a modo de decoración. Allá, a los lejos, arañando el cielo con sus largas uñas blancas, están los Alpes, con su eterna majestuosidad y elegancia. Oponiéndose a la montaña está el Mediterráneo, mar engalanado de infinitos acantilados con robustos naranjos y limoneros que parecieran tener como única misión romper con el turquesa del mar.