El poeta murió al amanecer (*) | Antonio Pippo

Así que, Raúl, no queda sino interpretarte, lo que, de algún modo, es inventar tus pensamientos nacidos de quién sabe cuántos maravillosos instantes. Es decir –porque ¿de qué valdría la pretensión de realmente saber?- armarme de unas ideas que, aunque mías, jamás serán las que condujeron tu sabia mano a escribir que el poeta, tu poeta, “sólo, sin un céntimo, tal como vino al mundo, murió al fin en la plaza de la inquieta feria”.