Un viajero que huye | Miguel Barrero
Los primeros lectores He picoteado estos días en varios pasajes de El espejo del mar, el libro de recuerdos autobiográficos de Joseph Conrad que constituye para muchos una de sus obras irrenunciables —decía Benet que no hay en él una sola página de estilo menor, ni un solo personaje o frase de reputación dudosa, ni nadie que venga «de fuera con voz propia»—, y he recordado una anécdota que contó