Lecturas veraniegas | Laura Chalar
Recuerdo una anécdota acerca de un abogado que —según se contaba— acarreaba a la playa los gruesos tomos de un tratado del área jurídica de su especialidad y se sumergía en ellos durante todo enero. A diferencia de varios colegas que se reían con ganas de esta historia tal vez apócrifa, a mí la conducta de este señor me parecía eminentemente lógica.