El sueño de la razón produce monstruos | Pablo Bruera
Si impera la sinrazón no existe el entendimiento, la incertidumbre es total y las decisiones son caprichosas, por lo que se da paso a la imposición como modo de convivencia.
Si impera la sinrazón no existe el entendimiento, la incertidumbre es total y las decisiones son caprichosas, por lo que se da paso a la imposición como modo de convivencia.
El mero hecho de que alguien nos tienda la mano —vuelve a hacerse después de mucho tiempo, también se dan abrazos, y algún beso esporádico si la confianza es extrema— provoca una sacudida eléctrica en el subconsciente
El tema es ahora la todología donde se opina alegremente de cualquier cosa y si uno no está atento parece tener la misma relevancia lo que dice el tonto del pueblo (como decía Eco) que lo que informa el virólogo.
La relectura de la historia no está mal, lo que resulta chocante es la reescritura a conveniencia de una ideología. Borrando de la historia del cine, la literatura o la pintura lo que contravenga los valores que hoy se imponen universales y eternos.
Escuchaba decir a alguien hace unos días que no era posible que nos usurparan la Navidad. Me sorprendió escuchar eso porque tamaña aseveración solo puede llevar a equívocos.
Esperanza de un mañana mejor en este narcisista mundo líquido y es lo que ayuda a seguir. La pregunta es si esa esperanza es bobalicona o se sustenta en algo palpable, si los viejos analógicos tenemos las herramientas apropiadas
La mascarilla desde hace un tiempo es la protagonista de nuestras vidas. En un principio, contemplarnos a nosotros mismos con ellas nos transmitía una mala sensación apocalíptica, pero como los seres humanos somos dados a adaptarnos con facilidad a cualquier situación
Reflexiones en tiempos de coronavirus Observe a su alrededor y va a notar que por suerte muchos no creen lo que usted les dice (no tienen por qué hacerlo), creen un poco lo que les dice algún amigo y -eso sí- creen a pies juntillas lo que se dicen ellos mismos. Que lo que se digan sea o no cierto, que lo que se diga se base en datos
Los efectos económicos de la pandemia no se han hecho esperar en un país donde emprendedores y trabajadores viven, comúnmente, al día. La destrucción de empleo e ingresos que genera este enemigo invisible ha puesto patas arriba al mundo. El turismo, la hotelería y la gastronomía, junto con el comercio, son algunas de las industrias más golpeadas por esta nueva realidad.
Canciones sobre pestes, filósofos, historiadores, pitonisas, curas y curanderos, tarotistas, psicólogos de primera y de cuarta, hablan del tema. Estamos tapados de números, de estadísticas y proyecciones. Los técnicos se pelean a ver quién hace el mejor cálculo, mientras la gente se enferma
También le debo la vida a que mi padre y mi madre se encontraran, y es muy curioso, pues la vida de todos nosotros no sería lo que es, o no sería nada, si no se hubieran dado una suma de circunstancias cuya armonía secreta desconocemos.
La importancia de los medios tanto para difundir información útil y, a su vez, también sirve para proyectar prejuicios. En estas crisis los hombres toman conciencia de su vulnerabilidad y tratan de compensarla con medios reales o físicos y también mágicos y religiosos.
Aunque cada uno de nosotros pone de lo suyo para capear el temporal de un tedio en el que los días se suceden unos muy parecidos a los otros, sin demasiadas sorpresas, es Delfina quien aporta los recursos intensos de vitalidad y chispa.
La pandemia también golpea nuestros egos y nos hace más vulnerables y próximos. Nos agujerea, nos acerca en las dudas y las incertezas y nos aleja del ombligismo que muchas somos carne. Es así que la calidez nos invade por las pantallas y la amistad se empodera en la pregunta compartida y en la práctica revisitada.
La cultura, va a salir muy maltrecha de este trance. Desde antes de que se decretara el estado de alarma, empezaron a anularse presentaciones, eventos, exposiciones, festivales; se cerraron librerías y teatros; se cancelaron rodajes y estrenos y actuaciones y ensayos.
Estamos acostumbrados a ir de acá para allá, a que nuestra vida esté condicionada por horarios y obligaciones. Producir, ser rentable, moverse, ésos son los mandatos de esta sociedad moderna. Y en los días supuestamente libres, más horarios: deporte, amigos, compromisos de todo tipo, salidas.