El amor a la comida es un amor sincero | Miguel Arregui
Tengo la más alta consideración por el jamón crudo español —serrano o ibérico—, casi tan buenos como los que hacía mi padre hace medio siglo ya: un proceso artesanal de salado y curado que demanda varios meses. En Uruguay el jamón crudo, ahumado o no, es escaso y caro; en España es cosa accesible y cotidiana, pues se producen más cerdos que vacunos por la falta de espacio y de praderas. Entonces en el Camino de Santiago comí jamón cada día, hasta que mis labios se cuartearon.