Diez años sin Amanda Berenguer | Álvaro Ojeda
La poeta en su centro lleva la muerte, pero por la palabra, la poeta ha ingresado a la mágica, medieval cueva de los nombres de las cosas, de los universales perpetuos
La poeta en su centro lleva la muerte, pero por la palabra, la poeta ha ingresado a la mágica, medieval cueva de los nombres de las cosas, de los universales perpetuos
Una vida sin desunión. Dos fundiéndose en uno, tantas veces apenas tomados de la mano y mirándose, sólo mirándose sobre una mesa con un mantel de girasoles enormes. Amanda, la “digna de ser amada”, y los pájaros. Amanda y el césped que acaricia los pies descalzos y de ahí el cielo, ese cielo que te apasionaba representando el infinito que te cautivó y no alcanzaste.