Rezo a la patrona de la vista antes de leer | Pedro Peña

Pedro Peña (San José de Mayo, 1975) es escritor, Profesor de Literatura y cofundador de la revista La letra breve.
En 2006 obtuvo el Premio Nacional de Narrativa “Narradores de la Banda Oriental” por el libro de ciencia ficción Eldor. Cuentos suyos han obtenido importantes reconocimientos, figurando en antologías de narradores jóvenes y siendo publicados en suplementos culturales. Publicó artículos y ficción en El País Cultural, la diaria y, semanalmente, escribe la contratapa del diario Primera Hora de San José. Ediciones Altazor de Perú, publicó por primera vez La noche que no se repite, reeditada por Estuario editora en 2015, y adaptada a la pantalla por los directores Aparicio García y Manuel Berriel. Publica novelas policiales en la colección Cosecha Roja en la editorial Estuario.

Un sabor de la infancia
El raspaje del fondo de la olla cuando mi abuela o mi madre hacían crema de vainilla. 

Una manía confesable
Rezar la oración a Santa Lucía de Siracusa, la patrona de la vista, antes de ponerme a leer.

Un amuleto
Un colgante con forma de diente de oso y un crucifijo que uso en la misma cadenita. El primero hace veinticinco años que me acompaña. El segundo, algo menos.

El último libro que leí
Leo de forma muy caótica, ocho o nueve libros a la vez que están por distintos lugares de la casa o en las mochilas. Uno de los últimos terminados fue El expolio del indio norteamericano, de William R. Jacobs. Lo que hicieron las potencias conquistadoras aquí en el sur lo hicieron también en el norte, con algunas diferencias, claro.

Una película que me marcó
Las primeras de Star wars. Las miré en una tele a batería en la casa de mis abuelos en el paraje de Tranqueras Coloradas. Por la noche miraba combates de naves espaciales y espadas láser y al otro día había que salir a ordeñar a mano.

Algo que evito
Fumar en público.

Si pudiera volver a empezar sería
Un basquetbolista dedicado. Luego de la carrera deportiva, sería técnico. Una de las personas que más he admirado desde la adolescencia es el que fue mi técnico de básquetbol por aquellos años.

Un lugar para vivir
Diría San José, mitad porque es cierto y mitad por no quedar mal. Pero en realidad el lugar es La Coronilla, en Rocha.

Un lugar para volver
¡Qué pregunta tan injusta! Mencionaré al menos cuatro: Lake of the Woods, Ayacucho, Florencia y el Campamento Artigas.

Una materia pendiente
Hacer plata. Se explica en parte porque me dedico a la docencia y a la escritura en nuestro querido país.

Un acontecimiento que cambió mi vida
El nacimiento de mis hijos, por supuesto.

El escritor definitivo
También tres: Tolkien, Cervantes y Mary Shelley.

Algo que jamás usaría
Zunga, o como se llame ese triángulo de tela.

La última vez que pensé “tierra, trágame”
Le pregunté a una directora de institución educativa acerca de cómo estaba el que para mí seguía siendo su pareja. Ya no era, desde hacía años.

El lugar más feo del mundo
El baño público de una cancha de fútbol que hay acá en San José y cuyo nombre, por prudencia, omitiré.

Una rutina placentera
Salir a caminar por el Camino de la Costa, de tarde o de mañana, según el día.

Me aburre
La televisión y las reuniones de profesores. También los talleres de motivación a los que a veces nos someten.

Una extravagancia gastronómica que frecuento
No tengo, ni creo que tenga nunca, esta peligrosa clase de extravagancias.

Una canción que aún me conmueve
Dos: My sweet Lord, de George Harrison. Las coplas del payador perseguido, de Atahualpa Yupanqui.

Un restaurante que nunca falla
Nunca voy a restaurantes. Pero me acuerdo de que, cuando era adolescente, el que nunca fallaba en la calidad de sus milanesas en dos panes era el Bar Plaza, a veinte metros de la Plaza de los Treinta y Tres.

Algo que cambiaría si pudiera
Si es algo mío, sería mi tendencia a la melancolía. Aunque no la cambiaría del todo, puesto que la melancolía me gusta.

El valor humano que más admiro
La bondad.

Una última palabra
Abrazo.