
Soy Yanina Kesman pero todos me dicen Nani. Tengo 45 años y si bien mi formación universitaria es en Ciencias de la Comunicacion y durante más de 15 años fue mi trabajo, hoy en día y desde el 2019 me dedico a enseñar yoga. Desde que conecté por primera vez con esta filosofía de vida sentí algo muy especial y diferente, fue en el año 2002. Luego tenía momentos en donde me acercaba más y después me volvía a alejar pero sin soltarla del todo. Hasta que en 2015 tome la firme determinación de meterme de lleno y acá estoy enseñando lo que tanto amo. El yoga me atravesó y me enfrentó y me sigue enfrentando conmigo misma, me enseñó a tomar las riendas de mi vida y a hacerme cargo. No estoy ni cerca de sentir la iluminación pero he adquirido muchas herramientas que me sostienen en la vida, soy otra con mis hábitos, y en líneas generales, me siento muy bien. A veces me parece estar viviendo un sueño, soy emprendedora independiente, vivo haciendo lo que amo, y enseñando ayudo a otras personas a vivir mejor, ¿acaso podría estar más agradecida?
Un sabor de la infancia
El café con leche frío que me hacía mi papá cuando me quedaba a dormir en su casa.
Una manía confesable
No puedo ver placares y cajones abiertos; y el orden.
Un amuleto
El anillo que me regaló mi Baba Sarita que uso en mi dedo anular izquierdo.
El último libro que leí
Una cosa sencilla de Eddie Stern.
Una película que me marcó
La vida es bella.
Algo que evito
Los excesos.
Si pudiera volver a empezar sería
Devota practicante y enseñante de Ashtanga Vinyasa Yoga.
Un lugar para vivir
Punta del Este.
Un lugar para volver
Formentera.
Una materia pendiente
Tocar algún instrumento (piano y guitarra precisamente ) y cantar.
Un acontecimiento que cambió mi vida
El nacimiento de Franco, mi hijo, que hoy tiene 18 años.
El escritor definitivo
Jiddu Krishnamurti.
Algo que jamás usaría
El taco aguja.
La última vez que pensé “tierra, trágame”
Lo pienso muy seguido, precisamente ayer que tuve que dar clase de yoga literalmente sin voz.
El lugar más feo del mundo
La belleza o la fealdad la hacemos las personas. Hay lugares donde se ve miseria, pobreza, suciedad, caos, sin embargo siempre habrá personas que amorosamente, y poniendo todo de sí, transformen esa realidad en algo lindo. Lo mismo al revés, hay lugares muy lindos en su fachada pero con mucha oscuridad también y se transforman en lugares de baja vibración.
Una rutina placentera
Una para la mañana y otra para el final del día:
1 ) Levantarse bien temprano en la mañana, lavarse los dientes y raspar la lengua, tomar una ducha cálida y cepillar la piel con esponja vegetal y jabón de coco (durante la noche la piel y la lengua excretan toxinas que es agradable remover en la mañana) meditar 10 minutos y practicar yoga.
2) Después de un día largo y agitado: Bañarse, encremarse, perfumarse y meterse en la cama, jajaja.
Me aburre
No hay muchas cosas que me aburran. Pero que me repitan todo 25 veces, ufff.
Una extravagancia gastronómica que frecuento
Ahora en verano, la ensalada de tomate perita, con pepino, jengibre, palta, y mango, condimentada con aceite de oliva, mucho limón y sal del Himalaya con pimienta negra. También queda deli agregarle maracuyá y, si es de noche, lo acompaño con un Aperol Spritz.
Una canción que aún me conmueve
Bohemian Rhapsody de Queen.
Un restaurante que nunca falla
Dos: Lisandro Café y Baco.
Algo que cambiaría si pudiera
La miseria en el mundo, la codicia y la opresión.
El valor humano que más admiro.
La honradez y la alegría.
Una última palabra
Ahimsa, palabra en sánscrito que significa no violencia. Podría traducirse también como la cualidad de obrar con benevolencia.