El cambio climático tiene una influencia directa en la cadena alimentaria, que incluye la producción, distribución y consumo de alimentos. La tecnología alimentaria ha permitido que se ofrezcan productos fuera de temporada durante todo el año y desde la perspectiva de los consumidores se ha perdido una parte del conocimiento asociado a la temporalidad de los alimentos. Esto significa que se ha perdido también una parte de la relación con los productores locales que, ante los procesos de globalización actuales, no pueden competir ni en volúmenes de producción ni en canales de distribución.
El cambio climático y la productividad exigida por los mercados de alimentos nacionales e internacionales han hecho que se pierda una importante biodiversidad alimentaria que, a su vez, perjudica también a la seguridad alimentaria, haciéndola más dependiente de los mercados globales. Por ejemplo, la producción de alimentos básicos como el arroz, el maíz o el trigo han visto reducidas las variedades menos productivas y por lo tanto esto ha significado la pérdida de una parte de la identidad local de las regiones donde se produce. Esto sucede en paralelo a un aumento de las iniciativas de carácter local de recuperación de variedades que a través de mercados y restaurantes luchan para proteger y promocionar el territorio.
A gran escala, el cambio climático está afectando las principales regiones productoras de café y cacao, y también está cambiando los ecosistemas, como por ejemplo debido a la progresiva reducción de la población de abejas, que puede producir una transformación de los alimentos que consumimos. Según National Geographic, una de cada tres especies de insectos está en peligro de extinción. Esta cifra aumenta en relación a las plantas, donde son nueve de cada diez las que están en peligro. Tanto el cambio climático como los procesos asociados a la cadena alimentaria acentúan el peligro que esto significa para la humanidad.
En el otro lado de esta problemática está la transformación del sector primario en algunas regiones del planeta, como por ejemplo sucede en el Mediterráneo, donde algunas zonas han consolidado en los últimos años la producción de frutas tropicales que antes, debido a las condiciones climatológicas y orográficas, no era posible. La reconfiguración de los cultivos implica una reconfiguración en las dietas. Aunque en la actualidad seguimos confiando en exceso en los alimentos de orígenes diversos por estar disponibles durante todo el año, un giro hacia la producción y el consumo de proximidad es imprescindible para asegurar que nos dirigimos a los objetivos de desarrollo sostenible.