Horiguchi, el poeta japonés que bailó tango | Manuel Guerrero Cabrera

Cuando el 27 de octubre de 1918, Daigaku llegó a Brasil, no imaginó lo que Sudamérica podía ofrecerle. Él era hijo del recién nombrado ministro de Japón en Brasil Kumaichi Horiguchi, quien se había trasladado con toda su familia a este país, a bordo del vapor Sumaki-Marú. No tardaría mucho en ir hacia el Mar del Plata, motivado por el deseo de conocer Buenos Aires y parece claro que le causó muy buena sensación.

En un diario sevillano, el periodista J. T. Revello cuenta que, al poco de que el poeta llegara, «sintió una furia demoníaca por el tango, que no le dejaba ni tiempo para dormir». En definitiva, hizo del tango la manera de ver la vida:

»Tangueando se levantaba, se desayunaba en la misma forma, como así también almorzaba, comía, bebía, se vestía… Aquello fue un delirio; pero a la verdad, debía ser gracioso ver a aquel japonesito aristócrata danzando a todas horas del día este baile seductor.

Incluso parece que en las reuniones de la alta sociedad porteña no podía dejarlo de lado y que quienes conocían a Daigaku no ocultaban su inquietud por saber más de su pasión por el tango.

A riesgo de equivocarnos, parece que visitó Argentina y Uruguay antes de 1921, porque en julio de este año lo hemos encontrado en un acto social en la prensa de Río de Janeiro. Finalmente, el 28 de mayo de 1923, su padre, el señor Kumaichi se marcharía de Brasil, embarcándose hacia Nueva York y, después, hacia Japón; y, obviamente, le acompañó toda su familia, incluido el poeta.

La obra de Daigaku Horiguchi era desconocida en la literatura en lengua española hasta que se publicó, en 1925, Tanka; por cierto, con el nombre de Nico D. Horiguchi. Esta obra reúne una serie de poemas traducidos por José Muñoz Peñalver, catedrático de lengua española en la Universidad de Tokio y Escuela de Comercio de Yokohama, que firmó con el seudónimo de Munio Nisay. Francesc Pujols, en un artículo de 1935, señala que es un imitador de Heine, por el verso breve e intenso que recuerda el del Romanticismo.

¿Es un amor que muere?
¿Es un sueño que muere?
No… Es el anochecer.

En ocasiones, el poeta hace aportaciones interesantes, pues de alguna manera tuvo que reflejarse la influencia de haber sido uno de los primeros traductores de Apollinaire, Cocteau o Gide, entre otros, al japonés:

En mi alcoba tendido
por la enfermedad
el gran espejo me mira
con sus glaciales ojos
de destino.

En Tanka también hay lugar para la reflexión religiosa cristiana, que prefiere a la budista («Prefiero a la Virgen católica / a Buda») y a unos versos que aluden a la que fue su pasión:

Aunque bailo bien el tango
no dejo de ser japonés.

El poeta japonés nació en Tokio el 8 de enero de 1892 y falleció en Kamakura el 15 de marzo de 1981, tras haber publicado más de 20 libros de poesía y serle otorgados por el gobierno varios reconocimientos desde 1970 hasta su muerte.

 

 

Notas
Correio da Manha (27-10-1918, p.1)
A Noite (30-10-1918, p.5)
A Rua (4-5-1923, p.2)
Las provincias (1-4-1927, p.1)
Francesc PUJOLS: «El Japó a la recerca d’una fe religiosa» en Mirador (28-3-1935), pp. 1 y 8.
J. T. REVELLO: «A propósito de un libro japonés traducido al castellano» en El noticiero sevillano 24-2-1926), p. 4.