Semana Santa en Córdoba: la hora dulce | Manuel Guerrero Cabrera

Gajorros

En breve, si Dios quiere, retornarán los pasos, los tronos, las andas y los demás modos de manifestarse la Semana Santa a las calles de Andalucía. Se multiplicarán las plegarias, se cantarán con mayor fe las saetas, se prepararán los trajes y las túnicas, se vivirá un momento único. En el amplio abanico de todo lo que ocupa la Semana Santa andaluza, uno de los más interesantes es el apartado gastronómico, pues hay platos que solamente se elaboran en el tiempo que ocupan la cuaresma y la semana mayor, y dentro de estos platos, queremos destacar en el presente trabajo los dulces. Una vez más, nos centramos en el centro de Andalucía, en el sur de Córdoba.

Los dulces típicos de Semana Santa más representativos de toda la geografía andaluza son los pestiños, las magdalenas y las torrijas, así, estos tres pueden encontrarse en cualquier punto de las ocho provincias.

Los pestiños se elaboran con harina, aceite de oliva, vino de la tierra (en el sur de Córdoba, un Montilla-Moriles), azúcar, canela, sal, ajonjolín y matalaúva. Es un dulce que se fríe en aceite y suele adaptar diversas formas y tamaños, según la población donde se realicen.

Torrijas

Las magdalenas son suficientemente conocidas, pues, a diferencias de los pestiños y las torrijas, se elaboran durante todo el año y está muy comercializada. Se elaboran con huevos, harina, azúcar, leche, aceite, polvos de gaseosa o levadura para postre, ralladura de limón, sal y canela. Al estar muy comercializadas, es posible encontrarlas de varios tipos, entre las que destaca la de Castro del Río realizada con coco.

Respecto a las torrijas, se trata de una rebanada de pan con leche, huevo, aceite de oliva, azúcar y canela, que se fríe. También hay varias variantes de ella, pues se puede endulzar aún más con miel, arrope, azúcar vainillada, etc.

Un dulce que también se puede encontrar más allá de la época cuaresmal y semanasantera son los roscos fritos en aceite, generalmente de pequeño tamaño, elaborado con huevo, harina, azúcar, aceite de oliva, aguardiente, ralladura de limón y azúcar. También hay variantes según la localidad, pues en Castro del Río encontramos los de agua y los de vino (obvia decir que cada uno con este ingrediente que le da nombre); y que en Puente Genil hay un tipo de roscos denominados ochíos que son alargados, de textura dura y con el sabor del anís potenciado, junto a otros roscos de gachas que, por el contrario, con blandos y jugosos (agua, leche, mantequilla, harina, huevos, sal y azúcar son sus ingredientes).

Palillos de leche

Hay también dulces típicos de Semana Santa exclusivos de un pueblo. Es el caso de los gajorros, cuyo nombre se asocia fuertemente con la localidad de Cabra; se trata de un postre frito en forma de tirabuzón, que está hecho de harina, azúcar, huevo, ralladura de limón, canela y aceite de oliva. También sucede con las sopaipas de Lucena, ideales para tomar con un buen tazón de chocolate; las sopaipas son una masa frita elaborada con harina de trigo, agua tibia, sal, levadura y aceite de oliva. Y, por último, con los palillos de leche de Priego de Córdoba, también fritos, cuyos ingredientes son harina mezclada con un 10 % de harina recia, leche, aceite de oliva virgen extra, azúcar, canela, ajonjolí.

Como en todo dulce, lo más frecuente en todos los que hemos referido es el azúcar (aunque actualmente también se encuentran con otros edulcorantes, en lugar de este ingrediente); como bandera de la tierra, el aceite de oliva y, como todo lo popular, de precio económico. Tomar un café bien caliente o un cacao, acompañado de ellos, mientras se espera la procesión, en el bar o en la casa, es una estampa andaluza de la vida cotidiana que complementa a la religiosa.

O, como en aquella bella evocación, el escritor sevillano Antonio Burgos recordaba las palabras de su madre: «Anda, como cuando eras chico, tómate una torrijita antes de irte, que sabe Dios hasta qué horas estarás por ahí viendo cofradías…»