En un lugar remoto | Francesc Fusté-Forné

Las Islas Feroe, o Føroyar en feroés, se ubican en la zona nororiental del Océano Atlántico entre Europa y América del Norte. Las Islas Feroe son un país autónomo bajo la soberanía de Dinamarca. Su nombre deriva del nórdico antiguo y significa ‘Las Islas Ovejas’, un animal que refleja también la identidad de las islas con una población que duplica la de personas. Las Islas Feroe están compuestas por un conjunto de dieciocho pequeñas islas habitadas por unas cincuenta mil personas la mitad de las cuales residen en su capital, Tórshavn. La silueta de sus islas la conforman acantilados escarpados moldeados por sus estrechos fiordos. Las carreteras de las islas recorren las laderas de estos acantilados y pequeñas poblaciones se abren paso por el territorio feroés, mirando al océano.

Sobre las Islas Feroe hablaba William Heinesen, nacido en Tórshavn, en ‘The Lost Musicians’ en el año 1950. El poeta feroés recitaba “a lo lejos, en el océano que brilla y reluce como azogue, se puede encontrar una pequeña tierra de color plomizo. En proporción al inmenso océano, el tamaño de la diminuta tierra montañosa es como un grano de arena en el suelo de un salón de baile. Pero visto a través de una lupa, este grano de arena es un mundo entero, con montañas y valles, ensenadas y fiordos, y casas con diminutos seres humanos”.

Desde la isla principal, Streymoy, donde se ubica su capital Tórshavn o puerto de Thor, el dios nórdico del trueno, hay varios túneles subacuáticos que comunican con las islas limítrofes. Al norte, la isla de Eysturoy esconde algunos de los paisajes naturales más asombrosos del mundo y al sur, Vagár acoge el aeropuerto internacional que es la puerta de entrada a las Islas Feroe. Después de pasar por el único túnel subacuático del mundo que tiene una plaza, una carretera pequeña y sinuosa es la frontera entre las paredes rocosas de la isla y el fiordo hasta llegar al que fue el primer asentamiento vikingo en las Islas Feroe. Funningur. Hace doce siglos. En el medio del Océano Atlántico.

Aunque algunas fuentes aseguran que fueron los monjes celtas los primeros pobladores de las islas, otras revelan que Funningur es el pueblo más antiguo de las Islas Feroe. La población de Funningur no llega a los cien habitantes y se ubica en un valle de la isla de Eysturoy. La panorámica que se observa desde la parte superior del valle deja ver la majestuosidad del paisaje. Al fondo, las aguas del Océano Atlántico, entre las cuales los vikingos se abrieron paso para llegar hasta aquí. La carretera, ahora desde arriba, sigue el curso de la montaña. Abajo, las pequeñas casas de colores que desembocan como lo haría un río en las aguas del Océano Atlántico. No hay bares ni supermercados a varios kilómetros a la redonda. Es una población remota en una isla remota.

La vida en las islas demuestra las duras condiciones de vida impuestas por el aislamiento geográfico, la climatología y la naturaleza, que la convierten en uno de los lugares más inhóspitos y recónditos del planeta. Las tradiciones culturales se manifiestan en el día a día de los habitantes de las Islas Feroe, y en concreto, se pueden explorar a través de sus herencias gastronómicas como el ‘raest’ que significa fermentado en feroés y que confiere un aroma y sabor únicos a productos como el cordero o el pescado que forman parte de la dieta feroesa. Este secado de alimentos se crea en los denominados ‘hjallur’ que son unos pequeños cobertizos extendidos a lo largo y ancho de las islas. El océano ha sido la mayor fuente de alimentación de los habitantes de las Islas Feroe durante siglos. Lo sigue siendo. El bacalao, las langostas o el salmón caracterizan las aguas de estos fiordos y ejemplifican la riqueza culinaria de las Islas Feroe.