Gastronomía regenerativa | Francesc Fusté-Forné

Es ampliamente aceptado que el turismo gastronómico es una forma de turismo que permite a los viajeros descubrir un ‘lugar’ a través de la comida, lo cual incluye el aprendizaje de conocimientos sobre una cultura, un paisaje y un grupo de personas a través de ingredientes y platos. Durante las últimas décadas, las experiencias de turismo gastronómico han crecido rápidamente y el marketing de destinos en todo el mundo las ha incluido de forma amplia como parte de su oferta turística. Debido a la conexión de los alimentos con la tierra y el mar, se prevé que el papel del turismo gastronómico siga siendo crucial en el futuro del turismo, pero ¿cómo?

Hace unas semanas podíamos leer en Delicatessen.uy una nota de Alva Sueiras sobre la quesera Solange Porley y la quesería De Guarda, que basa su filosofía en quesos artesanales de producción nacional. Las herencias y tradiciones culinarias locales son un ejemplo del poder transformador de la comida. En los últimos meses se ha puesto de moda el concepto de turismo regenerativo. En este sentido, las relaciones entre la alimentación autóctona y el turismo regenerativo son evidentes: los sabores de la tierra y el mar crean una experiencia local que se basa en las idiosincrasias culturales y naturales, y revelan cómo los estilos de vida regenerativos tradicionales pueden resultar en prácticas turísticas esperanzadoras que protegen los ecosistemas y las comunidades locales, y promueven un consumo responsable de los alimentos.

Aunque el turismo regenerativo aparezca como una estrategia para plantear el futuro post-pandemia de una forma más responsable por parte de los diferentes stakeholders, este se remonta a las prácticas viajeras originales, donde se encuentra el origen del turismo actual. Es una forma de mirar atrás para ir hacia adelante. No es una tipología específica de turismo, es una forma de entender el turismo como sistema – sea el turismo de sol y playa, el cultural o el de esquí. El turismo debe ser regenerativo en el sentido de proponer un desarrollo basado en las personas y el paisaje, y en una preocupación por los impactos sociales y medioambientales.
En relación a la valorización turística de la gastronomía, la transformación de las actividades de turismo gastronómico debe basarse en la sabiduría histórica de los pueblos: aprender métodos y recetas culinarias o explorar alimentos disponibles en la naturaleza, son ejemplos que facilitan la planificación y comercialización de futuras experiencias de turismo gastronómico para la regeneración. Por ejemplo, el turismo gastronómico slow aboga por este tipo de actividades y se refiere a la descubierta del alma de los productos, esto es, desarrollar una participación directa y profunda con el lugar y su gente lo cual se puede observar por ejemplo en procesos artesanales de elaboración de productos alimentarios como el pan y bebidas como la cerveza.

La gastronomía regenerativa debe partir de la vinculación de los visitantes con las narrativas ofrecidas por los residentes, quienes han contribuido generación tras generación a mantener vivo el patrimonio material e inmaterial y nos lo comunican. Basado en la preservación de una cultura culinaria, el futuro del turismo gastronómico no solo mejorará la sostenibilidad de los sistemas alimentarios y las cadenas de suministro, sino también la comprensión de los alimentos icónicos y únicos que representan una región y su gente, y su forma de luchar por el futuro del planeta.