Gardel y el flamenco, una fiesta en 1926 | Manuel Guerrero Cabrera
Después del eco desgarrador de una saeta, la melodía contagiosa de un tango; a continuación de la voz áspera, estridente, de Centeno, el aterciopelado timbre de Carlos Gardel.
Después del eco desgarrador de una saeta, la melodía contagiosa de un tango; a continuación de la voz áspera, estridente, de Centeno, el aterciopelado timbre de Carlos Gardel.