
Pablo Silva Olazábal (Fray Bentos, 1964) es escritor y periodista, licenciado en Ciencias de la Comunicación. Conduce el programa La Máquina de Pensar en Radio Uruguay. Fue uno de los compiladores del libro colectivo Bienvenido, Juan. Textos críticos y testimoniales sobre Juan Carlos Onetti. Asimismo coordinó El libro de Oro del T Cuento Q, primer libro uruguayo hecho con SMS. En no-ficción publicó el reportaje Conversaciones con Mario Levrero. Tiene varios libros de narrativa por los que obtuvo varios premios y menciones.
Un sabor de la infancia
Los pasteles (o pastelitos criollos, dice la web) con dulce de membrillo que hacía mi tía abuela en Fray Bentos. Se llamaba Aída Molinari, pero todos le decíamos La Tata. Tenía unos ojos azules, genoveses y buenos y una mano asombrosa para hacer pasteles de dulce de membrillo en su punto justo: una delicia que jamás volví a encontrar.
Una manía confesable
Estar pensando siempre en muchas cosas, en proyectos y ocurrencias sabiendo que a lo sumo llevaré a cabo el diez por ciento (como mucho). Oír todas las conversaciones, prestarle atención a lo lateral y periférico, ramificar intereses, combinación peligrosa en tiempos de redes sociales, que trato de superar sin lograrlo. En corto: se me hace difícil centrarme en un solo punto o tema.
Un amuleto
Recordar que uno no hace las cosas sino que las cosas se hacen a través de uno. Eso baja las expectativas y calma la ansiedad.
El último libro que leí
«Herejes», artículos de G. K. Chesterton que se complementa con otro libro suyo, «Ortodoxia». Chesterton es maravilloso pero tengo que leerlo combinado con otros porque me cansa, es demasiado inteligente. Esta vez lo acompañé con «El gaucho florido», de Carlos Reyles, una grata sorpresa.
Una película que me marcó
Blade Runner (1982), de Ridley Scott. La vi solo en un cine de Palma de Mallorca, aferrado a los posabrazos de la butaca y sudando al final de la película y la seguí viendo a lo largo de todos estos años. Siempre recuerdo que en el boletín de Cinemateca Uruguaya le daban una calificación de dos asteriscos (sobre cinco); a los diez años del estreno la subieron a tres, a los veinte a cuatro. No sé si llegó a cinco pero esa es mi calificación. Otra película que me marcó fue El tercer hombre (1949), de Carol Reed, una maravilla de perfección que tampoco fue vista al comienzo como una de las mejores películas inglesas de todos los tiempos. Ahora que lo pienso, las dos tienen la particularidad de ser vehículos de entretenimiento con un alto grado de profundidad artística.
Algo que evito
Las discusiones territoriales y las personas de mentalidad cerrada que se toman muy en serio. Escapo de los que hablan como si fueran Jesse James y de todos los que hacen afirmaciones tajantes como esta.
Si pudiera volver a empezar sería…
Sería menos vago, comería más helados y menos habas… no, mentira, no sé qué sería, sí sé que hubiera empezado a nadar, bailar y hacer tai chi mucho antes.
Un lugar para vivir
Varios: Fray Bentos (sobre todo el balneario Las Cañas), Puerto Sóller y Piriápolis, de la que me gusta todo, hasta su nombre. Y Madrid. Y Valencia.
Un lugar para volver
Palma de Mallorca, donde viví seis años, sobre todo para hablar con amigas y amigos del bachillerato y la universidad. Aunque, como yo, muchos se fueron de la isla y están repartidos por toda España, así que también habría que viajar a esos lugares.
Una materia pendiente
Aprender a tocar el piano, o cualquier otro instrumento, grabar un disco, hacerme famoso, en fin, lo normal.
Un acontecimiento que cambió mi vida
Haber vivido diez años en España, donde mi familia tuvo que irse a causa de la dictadura.
El escritor definitivo
Borges, sin duda, aunque hay muchos más. Me gustaría agregar a Stefan Zweig, un escritor poco apreciado por la crítica y muy querido por sus lectores. Los dos me abrieron paso a bibliotecas donde conocí autores que jamás hubiera leído como Swedenborg o Montaigne. Tanto Borges como Zweig combinan erudición y entretenimiento. O sea, otra vez la profundidad y la ligereza.
Algo que jamás usaría
¿Una chalina? ¿zuecos de madera? ¿corbatas verdes? Hmmn… seguramente porque ya los usé.
La última vez que pensé “tierra, trágame”
La verdad que no lo recuerdo, no sé si es por una negación represiva o simplemente una tara.
El lugar más feo del mundo
La espera en un sanatorio, en esos momentos en que se necesita no solo ayuda sino ternura y lo único que se puede hacer es esperar a que el burócrata de turno diga tu número.
Una rutina placentera
Caminar (o nadar) y después escribir.
Me aburre
Que se hable del precio de las cosas, de las recetas de cocina, de cuánto cuesta un tornillo, de qué ómnibus hay que tomar, de alquileres, horarios y cambios de moneda; todas las cosas «prácticas» de la vida que mucha gente disfruta tratar.
Una extravagancia gastronómica que frecuento
Algo que es extravagante en otros países, pero no aquí: hacer un asado dominical para los amigos.
Una canción que aún me conmueve
«Suave» de Luis Eduardo Aute, sobre un poema de Pessoa. Es una de esas canciones secundarias o periféricas que pocos registran. Incluso, cuando le pregunté por ella, ni el propio Aute la recordaba. Pero a mí me gusta, aunque no sepa muy bien porqué.
Un restaurante que nunca falla
Una pizzería, «La Biennale», frente a plaza Libertad, a paso del Museo Pedagógico. Voy allí desde hace décadas, arrastro a mis amigos e invitados, la muzzarella grande y el calzone nunca fallan, tiene un ambiente cálido, buen servicio. Y tomar una cerveza en la terraza, en verano, a metros del kilómetro O es cuanto menos interesante.
Algo que cambiaría si pudiera
Si de mí dependiera habilitaría el voto para los uruguayos que viven en el exterior, así de paso dejaríamos de ser el único país sudamericano que lo prohíbe.
Y más en general, me gustaría que los uruguayos le diéramos más importancia a los hechos y los resultados y menos a los discursos y las justificaciones.
El valor humano que más admiro
La lealtad.
Una última palabra
Una frase de Alejandro Dumas que me encanta: «todas las generalizaciones son peligrosas, incluida esta».