Cicatrices adentro y afuera | Melisa Machado

 


Melisa Machado (Durazno, 1966) es poeta, periodista cultural y terapeuta psicocorporal. Ha escrito los libros de poesía: Ritual de las Primicias, El lodo de la Estirpe, Adarga, Jamba de Flores Negras y Marjal. Poemas suyos han sido incluidos en antologías.

 

Un sabor de la infancia
El sabor agridulce de los nísperos de la casa de mi abuela, en Durazno. La alegría y el placer que me daba comerlos ahí mismo, sin lavarlos y debajo del propio árbol donde los tomaba.

Una manía confesable
Despertar temprano en la mañana, enfilar derecho a prepararme el mate y sentarme, luego, en cualquier lugar donde caiga un rayo de sol, ya sea verano, otoño, primavera o invierno.

Un amuleto
Una piedra colgada al cuello sin engarce de metal, atada por mí misma, con un tiento o hilo negro, en lo posible encerado. Las piedras pueden variar, las compro en algunas ferias o las encuentro.

El último libro que leí
No es un libro, es un poema inédito: Veneno de escorpión azul, de Roberto Echavarren. Saldrá pronto en la revista digital Extramuros y acabo de escribir una reseña sobre él. Maravilloso poema largo.

Una película que me marcó
Son varias. Creo que tengo una por cada década, como los libros, como los amores. La primera que me viene ahora es Her, por su actualidad, por este modo de vivir el amor a través de la virtualidad y no del contacto físico. Por lo verosímil y vigente de narrar una historia de amor entre un humano y un software.

Algo que evito
La envidia. La falta de empatía. Las personas negativas. La cobardía. El mal humor. El estancamiento.

Si pudiera volver a empezar sería
Poeta.

Un lugar para vivir
Al lado, al frente o al costado del mar pero siempre pudiendo verlo, olerlo u oírlo.

Un lugar para volver
Cabo Polonio, mientras siga siendo el Polonio de antes de los 80 y no eso en que se está convirtiendo.

Una materia pendiente
Enamorarme otra vez.

Un acontecimiento que cambió mi vida
El accidente que tuve a los 21 años: me chocaron de frente y mi cara dio contra el parabrisas. El modelo de auto en el que viajaba no tenía cinturón de seguridad. Llevo marcas y cicatrices por dentro y por fuera. Fue y es tremenda enseñanza. Y todavía estoy aprendiendo.

El escritor definitivo
No existe, por suerte.

Algo que jamás usaría
Zapatos con tacos aguja.

La última vez que pensé “tierra, trágame”
Cuando un alumno de una universidad en la que enseñaba me dijo que Salinger no sabía escribir.

El lugar más feo del mundo
Todo sitio, lugar o persona contiene en sí mismo lo más bello y lo más feo. Creo que la fealdad o la belleza dependen del propio foco perceptivo.

Una rutina placentera
Practicar shiatsu, en el suelo sobre un tatami o algo similar, desde hace casi 20 años.

Me aburre
Me aburre aburrirme. Entonces bailo sola en mi propia casa, en el cuarto, en la sala o en la azotea. O escribo o cocino o escucho música, entre otras cosas.

Una extravagancia gastronómica que frecuento
El pescado cocido o crudo, a la plancha, al horno o al limón. Con especias, oliva, leche de coco, algunos vegetales y semillas. O desnudo y solo como dios lo mandó al mundo.

Una canción que aún me conmueve
Rio of me, de PJ Harvey.

Un restaurante que nunca falla
Todavía no lo conozco.

Algo que cambiaría si pudiera
Este tiempo de miedo atávico, enorme confusión y distanciamiento físico y emocional.

El valor humano que más admiro
La capacidad de amar en todas sus formas.

Una última palabra
Es vieja y está gastada pero es la más valiosa que conozco: amor.