Silvana Nicola (48) es periodista, editora de Eme (El País). Ingresó al mundo de los medios gráficos a los 19 mientras cursaba Comunicación Social en la Universidad Católica (que dejó inconclusa). Hace más de 15 años trabaja en El País donde transitó por proyectos como El Empresario (donde aún colabora) o la creación de Tv Show. En su C.V cuenta con un pasaje de 12 años en El Observador, el trabajo en Fundación Visionair o ser coautora del libro «Tacuarembó un pago grande». Nacida en la tierra de Gardel, reivindica su condición de riverense porque se crió en la «Frontera de la Paz». Intentó dejar el periodismo y trabajó en Punto Ogilvy durante dos años, pero volvió a su primer amor.
Un sabor de la infancia
La ambrosía de mi Mamama, la crema de naranjas de mi Dada, las ciruelas de Juanita.
Una manía confesable
Ir a la peluquería todas las semanas.
Un amuleto
Hoy un japa mala que me trajo una amiga de india.
El último libro que leí
El comediante en su laberinto, de María Rosa Oña.
Una película que me marcó
La sociedad de los poetas muertos.
Algo que evito
Evito tres accidentes geométricos: círculos viciosos, triángulos amorosos y mentes cuadradas. No es mío, pero lo adopté.
Si pudiera volver a empezar sería
Yo misma, con 20 años, pero con lo que sé ahora (48).
Un lugar para vivir
Montevideo.
Un lugar para volver
De más lejos a más cerca. Nueva York, Búzios, Florianópolis, Porto Alegre. Rivera, Tacuarembó. Volvería a todos los lugares donde tengo asegurada una cuota de felicidad.
Una materia pendiente
¿Una? Volver al stand up. Escribir ficción. Hacer radio. Estudiar. Terminar mi carrera. Encontrar un hobby. Patinar. Mantener las plantas con vida.
Un acontecimiento que cambió mi vida
El nacimiento de Martina y de Manuel. El infarto de Caco (que se quedó en este mundo). La muerte de algunas personas que quise mucho.
El escritor definitivo
No tengo uno (ni una).
Algo que jamás usaría
Los codos para avanzar en una carrera.
La última vez que pensé “tierra, trágame»
Ahora.
El lugar más feo del mundo
Lo desconozco. Pero creo que no habría belleza sin fealdad.
Una rutina placentera
Tomar mate en la cama.
Me aburre
La gente sin sentido del humor. La oda a la bondad. El deber ser.
Una extravagancia gastronómica que frecuento
La crème brûlée. Tomar vinos que mi bolsillo no podría pagar.
Una canción que aún me conmueve
La canción Scout de la despedida.
Un restaurante que nunca falla
Baco.
Algo que cambiaría si pudiera.
La inequidad, en la más amplia acepción del término.
Cambiaría el “me preocupa” por el “me ocupa”.
El valor humano que más admiro.
La empatía.
Una última palabra
Saudade. Y siempre gracias.