Me aburren las novelas turcas y el fútbol alemán | Eduardo Cervieri

Cervieri

Eduardo Cervieri (Montevideo, 1946) es actor, director, dramaturgo, escritor, docente de teatro y, también, artista plástico. 


Un sabor de la infancia

El asado con boniatos en el horno de Primus (sólo para entendidos, ya sea por edad avanzada o por afán de coleccionistas).

Una manía confesable 
Mis primeras palabras en cada desayuno: “¿Qué comemos hoy?”

Un amuleto
No tengo. Cábalas, sí. Muchas.

El último libro que leí
Releeí la poesía de Idea Vilariño. Una maravilla.

Una película que me marcó
“Derzu Uzala” de Kurosawa.

Algo que evito 
La tele basura.

Si pudiera volver a empezar sería
Teatrista, seguro, y además cantor de tangos. Cumpliría así el sueño del pible. Incluso ya tenía el nombre artístico: mi segundo nombre y el apellido materno. Yo me ponía el gacho del viejo y me anunciaba: “Canta Alberto Delmonteeee!!!” (Eduardo Cervieri era demasiado tano para mi gusto).

Un lugar para vivir
Dos: Montevideo y Barcelona, donde vive Leti, mi hija. Una ciudad luminosa y amigable.

Un lugar para volver
La costa amalfitana, cincuenta años después.

Una materia pendiente
Aprender a tocar el piano. Ariel Caldarelli y Martín Pugin lo intentaron, pero…

Un acontecimiento que cambió mi vida
Alquilar un rancho en Aguas Dulces, cuarenta y cinco años atrás. Ahí conocí a Alicia, mi mujer, y ese fue el punto de partida de esta travesía vital.

El escritor definitivo 
Un narrador, Morosoli; un poeta, Lorca y un dramaturgo, Juan Mayorga.

Algo que jamás usaría
Dos cosas : una sunga y la camiseta del rival tradicional. Si me obligan a elegir una, espero que ese día haya poca gente en la playa.

La última vez que pensé “tierra, trágame”
Seguramente hay otra más reciente, pero la que me marcó fue cuando acepté trabajar como actor en una obra con un “actor” (¿) italiano que vino invitado al Festival que organizaban los críticos, hace ya varios años. Fue espantoso. Logró romper la contenida mesura del espectador uruguayo. Los pocos que se quedaban en sala hasta el final era para abuchear o tirar monedas al escenario. Y tuvimos que cumplir TRES funciones. Terrible.

El lugar más feo del mundo
No sé si es el lugar más feo, pero como los lugares son también su entorno, un viaje en tren dentro de la Provincia de Buenos Aires, en el año 83, en medio de una miseria general, y en donde subía, cada tanto, un ex combatiente de la guerra de Las Malvinas, mutilado, a pedir limosna.

Una rutina placentera
Iniciar el día con una serie de solitarios en la compu. De los facilongos, claro.

Me aburre
Las novelas turcas y el fútbol alemán.

Una extravagancia gastronómica que frecuento
Chivito a la turca en el disco de arado.

Una canción que aún me conmueve
“Song Sung Blue” de Neil Diamond y “Tres esquinas” por Ángel Vargas.

Un restaurante que nunca falla
Dos: La Estacada de Punta Carretas y Don Koto de Gaboto y Colonia.

Algo que cambiaría si pudiera
A los presidentes de Brasil y EE.UU. Pero no me dejan botarlos.

El valor humano que más admiro
La ternura.

Una última palabra
Salú.