
Un sabor de la infancia
A.S.: El de la miel del tarro que robé gateando y con la que aparecí impregnada de pies a cabeza para sorpresa de mis padres. ¿Cómo me escapé de la cuna? Aún no lo saben… De cuando ya caminaba recuerdo con deleite los alfajores de maizena de la abuela Ana y las masitas de limón de mamá. La dulzura siempre estuvo al gobierno del paladar de mi infancia.
J.C.: La torta Melem. Un postre de mi familia materna, que no he visto o probado en ningún otro lado. Un sabor único, delicioso, que no se parece a nada. Mucha manteca y azúcar. Lo recuerdo los soleados sábados de primavera en lo de Memé.
Una manía confesable
A.S.: El orden como permanente punto de partida. Oficina en orden para empezar a trabajar, cocina en orden para empezar a cocinar y casa en orden antes de salir.
J.C.: Tantas que sería injusto nombrar una. Pero para estar a tono, mencionaría mi pequeño caos, desorden personal, que merece ser respetado. «El caos es amigo mío», dijo Bob Dylan.
Un amuleto
A.S.: No soy de amuletos pero han habido cosas. Una amiga a la que quiero mucho -y a la que por cierto hace muchísimo que no veo-, me regaló una medallita de una virgen en un momento delicado de salud. -Para que te proteja-, me dijo. No soy religiosa pero el gesto me pareció tan entrañable que llevé la medallita por años en el bolso.
J.C.: No tengo amuletos, pero por épocas deposito confianza y energías en algo. Suelen ser libros que intento me acompañen y tenerlos a la vista. Me dan seguridad.
El último libro que leí
A.S.: Ahora estoy leyendo En Llamas, un libro sobre la fascinante hipótesis del primatólogo Richard Wrangham que sostiene que la cocina es responsable de la evolución del homo erectus hacia el homo sapiens. Recién acabé La tortilla de patatas del mediático cocinero David de Jorge y el ilustrador Javirroyo, un libro irreverente y desternillante en clave de cómic que desnuda algunas verdades sobre una de las preparaciones más emblemáticas y sencillas de la cocina española. Lo más reciente en ficción (lamentablemente cada vez leo menos por el simple placer de leer) fue Rara de Natalia Zito, una recomendación de mis amigas Gaby y Laura. Es adictivo, se devora de una sentada.
J.C.: Leo mucho por trabajo, todo el tiempo. Pero siempre quiero tener un par que leo por placer. De esos, atrasados y con los que me he puesto al día menciono dos: Tiempos recios la nueva novela de Mario Vargas Llosa que nos reencuentra con la senda de lo mejor del peruano, una literatura muy periodística; y Conviene tener un sitio a dónde ir, del francés Emmanuel Carrére, que es un libro de crónicas y reportajes del gran escritor francés.
Una película que me marcó
A.S.: Into the wild dirigida por Sean Penn -basada en el libro de Jon Krakauer-, me dejó varios días tocada. Ni que hablar los italianos que tanto me conmovieron: Marco Tullio Giordana con La mejor juventud y Giuseppe Tornatore en Cinema Paradiso y Baaria, tremenda sensibilidad.
J.C.: Me han marcados más obras de teatro, pero ya que la pregunta es por películas, menciono algunas que recuerdo por diferentes motivos: Solos en la madrugada, con José Sacristán, Agárrame si puedes, con Danny Kaye, El puente sobre Kwai, El gran escape con Steve McQueen, El Golpe, Robert Redford y Paul Newmann.
Algo que evito
A.S.: A las personas tóxicas, en cuanto las detecto huyo tan rápido como puedo. Si no hay escapatoria me encierro para adentro como un bicho bolita y no asomo la cabeza hasta que no haya moros en la costa.
J.C.: Juzgar a las personas a partir de mis posiciones y prejuicios. Eso contamina cualquier vínculo. No me gusta que lo hagan conmigo ni yo lo hago con nadie.
Si pudiera volver a empezar sería
A.S.: Escritora, periodista, antropóloga, guionista, dibujante, pintora y cineasta. Voy a necesitar varias vidas para tanto…
J.C.: No puedo comparar con otra tarea. A los ocho años decidí hacer lo que estoy haciendo. Para bien o para mal, bueno o malo, es lo que sé hacer.
Un lugar para vivir
A.S.: En una casa con la fachada estucada a lo veneciano en Ciutadella (Menorca). En Sevilla, en una casa alegre con geranios y azulejos en el barrio de Santa Cruz, o en un apartamento en lo alto con vistas a la calle Betis y al puente de Triana. En Cádiz, con un balcón hacia la caleta y la alegría, o en Mykonos, en una casa encalada con una puerta azul y una buganvilla rosada.
J.C.: Depende de circunstancias y momentos: adoro Buenos Aires, siempre la utopía es París, lo posible y más a mano, cada vez con más ansiedad, El Puerto de Santa María.
Un lugar para volver
A.S.: Muchos: Menorca, Mykonos, Cádiz, Oporto, Óbidos, París, Sant Joan Pie de Port, Roquefort-sur-Soulzon, Luchon, Artíes…
J.C.: Siempre se vuelve a San José de Mayo, aunque me la cambien y ya no es lo que era.
Una materia pendiente
A.S.: Ponerme en forma. Desde que dejé de fumar hace casi dos años mi cuerpo reacciona distinto, a pura traición…
J.C.: Ser más ordenado, en el caos de la pregunta anterior, y en lo físico.
Un acontecimiento que cambió mi vida
A.S.: Emigrar a Uruguay, con todos los regalos insospechados que fueron llegando.
J.C.: Ir a buscar el premio -una pequeña torta- a CW 41 Broadcasting San José, en aquel febrero, a los ocho años y decidir quedarme a mirar.
El escritor definitivo
A.S.: Dostoievski. Su capacidad para escarbar en nuestra naturaleza es fascinante.
J.C.: Julio Cortázar.
Algo que jamás usaría
A.S.: Tanga playero y tacón de aguja. Tengo baja tolerancia al sufrimiento.
J.C.: Muchísimas cosas, pero por muerte ganan las Crocs.
La última vez que pensé “tierra, trágame”
A.S.: Atendí el teléfono pensando que era Jaime, gasté una broma interna. Era el tipo del delivery, que se había quedado sin no se qué plato que había pedido… Jamás volví a pedir a ese restaurante.
J.C.: Soy mandado a hacer para meter la pata. Mezcla rara de bestia, ingenuo e inconsciente. Pero la última, de esta semana, en la radio, me dijeron que una entrevistada iba a hablar de un tema, y yo pregunté por otro, porque me dijeron que esa era su especialidad. Y no era. Un papelón. Ella una lady, gran profesional, salió airosa. Espero que le hayan llegado mis disculpas.
El lugar más feo del mundo
A.S.: Año 2002, road trip por la campiña francesa. No aparece ni una sola estación de servicio en muchos kilómetros y tienes que ir al baño. De pronto, vislumbras una pequeña gasolinera que también es un taller mecánico. No hay palabras para describir el aspecto de ese baño. Ni el mejor escenógrafo de pelis sórdidas llegaría a algo tan conseguido. No pude ni desabrocharme el botón del pantalón. Han pasado 18 años y hasta hoy me arrepiento de no haber hecho una foto de aquello.
J.C.: Lo conocí cuando fui a dar una charla sobre radio a una cárcel. Y eso que no era de los peores centros de reclusión. Desde ese día no me imagino lo que debe ser estar allí.
Una rutina placentera
A.S.: Los domingos en la mañana. Jaime hace el café, yo apronto las tostadas. Escuchamos Café del Sur, el programa de Dimitri Papanikas en Radio 3 de RTVE. Jaime dibuja, yo leo la prensa.
J.C.: Suscribo la respuesta de Alva y agrego el mate, diario, todo el tiempo.
Me aburre
A.S.: Los prismas obtusos por escores políticos, la incapacidad de escucha genuina y las personas sin sentido del humor.
J.C.: Aburre y fastidia la soberbia que alimenta grietas. Nadie es perfecto.
Una extravagancia gastronómica que frecuento
A.S.: Tostada de aguacate, sal y aceite para desayunar. Un vendimia tardía como postre.
J.C.: Acompañaría con alioli casi todo.
Una canción que aún me conmueve
A.S.: L´Estaca de Lluis Llach, Suzanne de Leonrad Cohen interpretada por Nina Simone (se me ponen los pelos de punta solo con mencionarla), Sueño con ella de Concha Buika.
J.C.: El mulitero de Tabaré Echeverry
Un restaurante que nunca falla
A.S.: Allá donde cocinen las manos sensibles de Carlos Posadas.
J.C.: Nada ni nadie es perfecto.
Algo que cambiaría si pudiera
A.S.: Tanta cosa, que mejor empezar por corregir las que yo podría hacer mejor.
J.C.: Seguramente muchas cosas. Pero lo que hoy me tiene muy mal, es la ordinariez y la bajeza de algunos programas de radio, cargados además de chistes y referencias internas, pretendidamente graciosos que dejan por fuera a lo más importante, al oyente.
El valor humano que más admiro
A.S.: La integridad, la generosidad genuina y el sentido del humor
J.C.: La franqueza.
Una última palabra
A.S.: Otra copa por favor.
J.C.: Sed buenos.