Cambiaría la cortedad de miras de tanta gente | Alejandro Ferrari

Alejandro Ferrari

Alejandro Ferrari (Montevideo, 1969) es cineasta, investigador y editor. Junto a Martín Bentancor creó el proyecto +QUIROGA. Actualmente realiza el doctorado en romanística en la Universidad de Wuppertal, Alemania, con una tesis sobre un artista checo que ilustró cuentos de Horacio Quiroga y de Javier de Viana

Un sabor de la infancia
Las croquetas de papa que hacía mi madre.

Una manía confesable
Volver a chequear si dejé cerrada la puerta con llave.

Un amuleto
Siempre llevo conmigo una cartita que hace unos años me hizo mi hija.

El último libro que leí
“Kyra Kyralina y El tio Anghel” de Panait Istrati, un rumano que escribió mayormente en francés, al que llamaron el Gorki de los Balcanes. Conocí al autor gracias a Antoine Barral, quien me regaló dos libros de Istrati.

Una película que me marcó
Tres. “Buenas noches Alejandro”, que vi de niño con mi madre en el cine Liberty. “Smoke” de Wayne Wang y “Aguirre, la ira de Dios” de Werner Herzog. Las veo casi todos los años.

Algo que evito
En general las reuniones sociales.

Si pudiera volver a empezar sería
Lo mismo, aunque un poco más rápido, sin tanto rodeo.

Un lugar para vivir
Berlín.

Un lugar para volver
Lisboa, en junio.

Una materia pendiente
Me propuse de joven aprender -cuando fuera grande- a tocar el bandoneón.

Un acontecimiento que cambió mi vida
El nacimiento de mi hija Lucía.

El escritor definitivo
Por varios motivos, Horacio Quiroga, pero podría agrandar la lista. Me tiento y agrego a Alberto Laiseca, también por varias razones.

Algo que jamás usaría
Pantalones chupines.

La última vez que pensé “tierra, trágame”
En una reunión con alguien que de entrada mostró que era un patán.

El lugar más feo del mundo
Está entre el Parque Central y la terminal Rio Branco.

Una rutina placentera
Levantarme temprano los domingos, matear, leer un par de horas, recorrer la Feria de Tristán Narvaja, comer algo por ahí y volver a dormir la siesta.

Me aburre
El discurso de la mayoría de los políticos, por superficial, improvisado e ignorante, lleno de lugares comunes y chicanas, y, para peor, sin estilo ni gracia.

Una extravagancia gastronómica que frecuento
Las feijoadas en invierno.

Una canción que aún me conmueve
“Angelitos”, de José Carbajal.

Un restaurante que nunca falla
No lo conozco.

Algo que cambiaría si pudiera
La cortedad de miras de tanta gente.

El valor humano que más admiro
La gratitud.

Una última palabra.
Gracias.