El Cava que amaba Dalí | Alva Sueiras

Dali tomando cava rosado

Me enamoré de Cataluña desde el primer instante. Corría el verano del 97 y recién había cumplido mis veinte. Aquellos eran otros tiempos, no teníamos laptops, ni celulares. Tampoco esa prisa vacía que hoy nos gobierna. Estaba en mi segundo año de carrera y elegí el Valle de Arán para hacer las prácticas de verano. Leí un reportaje en una revista de viajes y había quedado fascinada con las fotografías que mostraban un sinfín de pueblos pintorescos, como sacados de un cuento de hadas. Casitas de piedra, techos de pizarra, balconadas de madera sobre las que asomaban coloridas flores y al fondo, las majestuosas montañas del Pirineo catalán. Pasé aquel verano en Artíes, un pueblo de algo más de 400 habitantes que parecía dibujado. No había una sola casa que no fuera hermosa, ni una sola piedra fuera de lugar. Al final de aquella experiencia en la montaña, me reuní con mi madre en Barcelona. Era mi primera vez en la Ciudad Condal. Apenas habían pasado unos años desde la celebración de los Juegos Olímpicos y me fascinó la maestría con la que los catalanes supieron conjugar tradición con diseño e innovación. Aquella era una ciudad hermosa, dinámica, moderna y, por lejos, más europea que ningún otro rincón del país. 

Años más tarde, viviendo en Madrid, el destino me regaló una escapada para visitar algunas bodegas catalanas productoras de Cava. Ser proveedores de vino para Champagne en épocas de filoxera en Francia, profundizó el expertise catalán en materia de espumantes, bajo los preceptos del procedimiento tradicional. La perseverancia, el tiempo, la determinación y el buen hacer de muchos viñateros, convirtieron la región catalana en un referente mundial en la producción de espumantes propios bajo la denominación de origen Cava. Ahora que la distancia me otorga mayor perspectiva, no deja de maravillarme la pluralidad cultural, paisajística y gastronómica de España. Un país, que como una matrioshka, encierra decenas de países en su interior. Fue muy fácil enamorarme de Cataluña, con sus montañas, sus valles y sus ríos; con sus viñas y su campo; con sus ciudades dinámicas y sus pueblos con encanto; con sus calas hermosas y su inmenso, cristalino y manso mar. 

El vino, nuevamente, tuvo la culpa de este repentino despertar. Los recuerdos, esparcidos a su suerte entre los Pirineos y el Mediterráneo, se sucedieron atropelladamente como piezas de dominó según las perlas pungentes y vivaces, explotaban alegres en los recovecos de mi paladar. Aquel Cuvée Especial de 2014 pretendía desarmarme, y no le costó más esfuerzo que la paciencia de esperar. Así fue como hace apenas unos días, un Cava de porte soberbio me vino a conquistar. Tras amanecer de la ensoñación hipnótica que provoca contemplar el elegante caminar de las burbujas hacia la superficie del catavinos, me abalancé hacia la etiqueta, cuyo castillo impreso resultaba, cuanto menos, familiar. 

En la parte superior de la etiqueta, en lo que parecería ser la copia en miniatura de una litografía en blanco y negro, vislumbré las siluetas del inconfundible Castillo de Perelada en El Empordà. Un centro de tradición vitivinícola medieval recuperado por la familia Mateu que, desde hace tres generaciones, trabaja para perfilar sus vinos entre los más altos estándares de calidad. Miguel Mateu Pla, fundador de la saga, además de Embajador de España en París, fue Alcalde de Barcelona y gran coleccionista de arte. Su notable sensibilidad le hizo cultivar amistades memorables, como la del carismático y polifacético artista, icono inconfundible del surrealismo: Salvador Dalí. El artista, siempre que recibía invitados en su casa de Port Lligat, les ofrecía una copa de Cava Perelada. Se conservan varias fotos del pintor con su porte inconfundible, sentado sobre un murete frente al mar, sosteniendo en su mano una copa de Cava Brut Rosé Perelada. Al parecer, uno de sus predilectos.

Cuando me quise dar cuenta, conmovida por la emoción del recuerdo, ya estaba caminando hacia el auto con mi caja de seis botellas y una sonrisa en los labios. No me digan que no va a ser fenomenal contarle a mis invitados estas fiestas que ese Cava con el que vamos a brindar es el que tanto le gustaba y con el que siempre agasajaba el excéntrico y sinigual Dalí. Una de las ventajas de tener mi little Spain en forma de flamante vinoteca en la ciudad, es la maravillosa capacidad de Alejandro (propietario) y Jacqueline (sommelier de la casa), para seleccionar tesoros líquidos que encierran maravillosas historias capaces de avivar con sutileza el regocijo en paladar. 

Perelada Brut Nature Cuvée Especial 2014
DO Cava
Xarel-lo, Parellada, Macabeo, Chardonnay
12 meses de envejecimiento previo al degüelle
$ 860 (Oferta para caja de 6 unidades: $ 717 por botella)

Perelada Brut Reserva
DO Cava
Xarel-lo, Parellada, Macabeo
15 meses de envejecimiento previo al degüelle
$ 670 (Oferta para caja de 6 unidades: $ 558 por botella)

Perelada Brut Rosé
DO Cava
Garnatxa, Trepat, Pinot Noir
9 meses de envejecimiento previo al degüelle
$ 670 (Oferta para caja de 6 unidades: $ 558 por botella)

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