Hebert Abimorad (Montevideo, 1946). Poeta, traductor, docente y periodista cultural. Vive en Suecia desde 1975.
Un sabor de infancia
El medio quilo de fiambre surtido que compraba en Ottonello Hnos de la calle General Flores cuando mi viejo cobraba el salario.
Una manía confesable
Leer los diarios por la mañana.
Un amuleto
Soy supersticioso. Me aferro a las cosas pequeñas que encuentro en la calle y las conservo mucho tiempo. Tengo un zapatito de bebé hace muchos años.
El último libro que leí
Alcoholes de Guillaume Apollinaire.
Una película que me marcó
Los siete jinetes de la victoria (1940) con Gary Cooper, la vi en el cine Roma, luego llamado Grand Prix.
Algo que evito
La alturas.
Si pudiera volver a empezar sería
Fotógrafo o cineasta.
Un lugar para volver
La ciudad de Barcelona después de la muerte de Franco. Hoy no es la misma.
Una materia pendiente
Conocer mi país.
Un acontecimiento que cambió mi vida
Estar preso en Argentina.
El escritor definitivo
Juan Rulfo.
Algo que nunca usaría
Nunca tendría un auto.
La última vez que pensé “ tierra, trágame”
Cuando subí a una escena y tuve que hablar, en sueco, una hora.
El lugar más feo del mundo
La cárcel.
Un rutina placentera
Caminar por las calles de Gotemburgo.
Me aburre
Los dibujos animados de Walt Disney.
Una extravagancia gastronómica que frecuento
El Arenque (Sill en sueco) con mostaza.
Una canción que aún me conmueve
Imagine de John Lennon.
Un restaurante que nunca falla
Gyllene Prag, en la ciudad de Gotemburgo.
Algo que cambiaría si pudiera
Convencer a los que utilizan la violencia política que lo que hacen no sirve.
El valor humano que más admiro
A los que pierden en la duda.
Una última palabra
Un cuadro de Frida Kahlo, Viva la vida.