EL DIABLO EN EL SIGLO XX
El siglo nació bajo el signo de la duda sobre lo real, como si los sofistas hubieran tardado dos mil años en hacer oír su mensaje: poco ha, la teoría de la selección natural y el impresionismo, luego, el psicoanálisis, la teoría de la relatividad, el futurismo, el dadaísmo, el surrealismo, el consumo liberado de drogas y por último, La Gran Guerra y la Revolución Rusa.
Las reacciones del statu quo fueron variadas, incluyendo la prohibición de las drogas, la burla generalizada antes los aportes del psicoanálisis y un cambio deliberado en la figura del Diablo. Este cambio ya venía apuntándose desde el Racionalismo y alcanza con ver algunas ilustraciones del Mefistófeles del Fausto de Goethe (que nada tiene que ver con el de Marlowe) y los diablos de Doré, pero ahora había una nueva realidad política con un enemigo evidente que anunciaba el barrer del mundo conocido con una inmensa escoba llamada la Revolución Rusa, que se había convertido en esperanza de paz en una Europa convulsionada por una guerra como jamás había conocido el hombre. La nueva imagen del Diablo tomaría como modelo al líder de la Revolución: el bigote y perilla (barba de chivo) apuntados por Mefistófeles se fijarían de forma definitiva, y se añadiría la calvicie y en particular, los ojos y pómulos asiáticos. Para completar la transformación, el Diablo sería ataviado de rojo.
La asociación logró un efecto evidente: inicialmente, cuando uno mira una fotografía de Lenin, piensa de todo, menos que sea una buena persona, haya leído un libro suyo o no. Habría que ver si en la Historia se había llegado a tal grado de eficiencia en el deliberado deterioro de una figura pública, cosa difícil, pues el grado de universalización en la difusión de imágenes que se alcanzó en el siglo XX no tuvo parangón, y en esta eficiencia debemos incluir la obra del cine y la televisión, incluyendo, mecanismo harto eficiente y complejo, los dibujitos animados, que por otra parte son herederos directos del surrealismo.
EL DIABLO DEL FUTURO
Lenin hoy ya no es peligro. El peligro es otro más poderoso y siempre acecha al buen Occidente. Si uno escribe la palabra “Diablo” en google, aparecerán las estas imágenes por unanimidad. Todas son iguales, pero esa igualdad esconde el origen diverso del Diablo.
¿Qué es un continente? ¿Es lo mismo Europa para un europeo que para un africano que sufrió su robo y masacre? ¿Por qué los nombres de los continentes terminan todos en A y casi todos empiezan con A: Asia, América, Australia (u Oceanía, metieron de todo en el mismo “continente”) Europa y la Antártida?
Lo curioso es que a una división geográfica del mundo corresponde una división histórica y una división psíquica. El Oriente es nuestro pasado, pues allí se originó todo, desde el australopithecus hasta las religiones, y el Oriente es el inconsciente del hombre.
Entonces el Diablo comporta ahora tres necesidades. Por un lado un factor político de riesgo que viene del Oriente, sean los árabes, sean los indios de la India o sean los chinos. El Diablo se inscribe en esa corriente tenebrosa e imperial creada por Occidente y llamada “orientalismo”.
Por otro lado, del Oriente vienen las religiones de la tierra y las religiones además de dar pautas morales, religan al hombre a su especie y a la Naturaleza y es del caso que asistimos a un nuevo e inusitado empuje del racionalismo y del laicismo en contra de las religiones en un necesario y deliberado proceso de atomización del ser humano. Desligado del todo, el hombre quedará definitivamente inerme y expuesto a los monstruos que producen los sueños de la razón.
Por último, y aunque otros factores existan, éste es crucial, se precisa desligar al hombre de su inconsciente, de ese vasto continente que guarda en cada hombre la memoria de la humanidad. Si el humor nos conecta con otro plano y ese plano se vincula con nuestro inconsciente, ese plano debe ser barrido, si el arte surge de nuestro inconsciente y nos liga con la humanidad, ese arte debe ser adulterado, y si el deseo, que surge de nuestro ser animal, nos lleva regiones desconocidas, ese deseo debe ser aplastado.
Adivino desde ya una objeción: las representaciones del Diablo en el pasado lejano también estuvieron más o menos intervenidas por poderes, pero precisamente ésta es la prueba definitiva, lo que es reprimido es en verdad lo revelado, es decir, lo que el poder reprime es aquello que el hombre de aquel tiempo sentía.
Mucho más quedaría por decir, pero como nunca antes, somos esclavos del tiempo que nunca duerme, amén de ser esclavos de otras cosas, como los peligros que devienen de la incomprensión y si yo dijera lo que pienso de la esencia del Diablo, tendría problemas innumerables, así que ese tema estará inserto en un trabajo mucho más vasto, pues si por un lado un cerebro como el de Freud, debería decir “un corazón como el de Freud”, debió hacer concesiones y no publicar sus trabajos sobre la telepatía ¿por qué un ensayista de una perdida República de un subcontinente ignorado, debería arrostrar él solito la ira que con con toda evidencia despertaría?
Sin embargo llevo conmigo una certeza que heredé de un buen amigo: si alguien se animara a decir de verdad lo que ha vivido, incluyendo lo que ha “visto”, si alguien se animara a decir de verdad lo que piensa y a decir de verdad lo que siente, borraría de un plumazo toda la literatura escrita e inauguraría una nueva literatura. Es del caso que ese amigo decía “¿Pero quién se animaría a hacerlo? ¿Y si alguien se animará, cómo podría hacerlo? El papel se enroscaría y se haría fuego al contacto de la pluma ardiente”.
Y como dijo otro amigo “para quienes me entienden no es necesario explicar nada, y para los que no me entienden amontonaría en vano las explicaciones”, así que cierro cautelosamente esta puerta y antes de despedirme, hago esta última guiñada:
LETANÍAS DE SATÁN
Oh Tú, el más sabio y el más bello de los Ángeles,
Oh Dios traicionado por la suerte y privado de alabanzas!
¡Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Oh Príncipe del Exilio, a quien se ha agraviado,
y que vencido siempre te levantas fortalecido
¡Oh Satán ten piedad de mi larga miseria!
Tú que lo sabes todo, rey de las cosas subterráneas,
sanador familiar de las angustias humanas
¡Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú que igual a los leprosos que a los parias malditos,
enseñas por amor el gusto al Paraíso
¡Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú que de la Muerte, tu vieja y fuerte amante,
engendras la Esperanza -esa loca encantadora!
¡Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú, que das al proscrito esa mirada calma y alta,
que condena a todo un pueblo en torno del cadalso
¡Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú que sabes en qué rincones de las tierras envidiosas,
el celoso Dios escondió las piedras preciosas
¡Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú, cuyos claros ojos saben en qué arsenales
amortajado duerme un pueblo de metales
¡Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú, cuya larga mano aleja los precipicios,
al sonámbulo errante al borde de los edificios
¡Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú que mágicamente viejos huesos ablandas
del borracho caído al pie de los caballos
¡Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú que por consolar al débil ser que sufre,
enseñas a mezclar salitre con azufre (2)
¡Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú que pones tu marca, oh cómplice sutil,
sobre la frente del Creso implacable y vil
¡Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú que pusiste en los ojos y el corazón de las muchachas,
el culto de las llagas y el amor a los andrajos
¡Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Bastón de los exiliados, lámpara de inventores,
confesor de los ahorcados y de los conspiradores
¡Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Padre adoptivo de aquellos que en su cólera negra
del Paraíso terrestre ha desterrado Dios Padre
¡Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Oración
Gloria y loor a Ti, Satán, en las alturas
del Cielo donde reinas y en las profundidades
del Infierno en que vencido, sueñas en silencio!
¡Haz que mi alma un día bajo el Árbol de la Ciencia,
cerca de ti repose, cuando sobre tu frente,
como un Templo renovado, sus ramajes se extiendan!”
Charles Baudelaire
(1) Fórmula de la pólvora. En este caso el mensaje abiertamente revolucionario del poeta es evidente.
Nota: La primera parte de esta nota de Marcelo Marchese, la puede leer aquí