Alberto Salcedo Ramos (Barranquilla, Colombia, 1963) es periodista. Una de las grandes plumas en periodismo narrativo y crónica. Ha publicado en varios medios de su país y en medios internacionales.
Un sabor de la infancia
El sabor a turrón. Todavía no entiendo cómo en aquellos tiempos no me dio un rebote de azúcar.
Una manía confesable
Cuando me llega algún paquete envuelto con plástico de burbujas, me dedico sagradamente a aplastar cada burbuja, desde la primera hasta la última.
Un amuleto
Una viejísima foto de carnet de mi madre. Siempre está en mi billetera.
El último libro que leí
La dulce ciencia, de A.J. Liebling, considerado por la revista Sports Illustrated el mejor libro de deportes de todos los tiempos.
Una película que me marcó
El padrino I y II.
Algo que evito
Ver acompañado los partidos de fútbol. Cuando veo los partidos de mi equipo favorito me convierto en una versión lamentable de mí mismo. Grito muchas blasfemias que jamás se podrían decir en público. Es mejor estar solo hasta cuando termine el partido y recupere la cordura.
Si pudiera volver a empezar sería
Escribiría otra vez. En este oficio al perro sí lo castran dos veces.
Un lugar para vivir
Uno que tenga mar y un gran río.
Un lugar para volver
Barranquilla, la ciudad donde nací.
Una materia pendiente
Un día puse este tuit: ‘tengo una novela lista. Nada más me falta escribirla’. Bromas aparte, creo que ese es un pendiente. No necesariamente escribir la novela. Hacer el ejercicio de sentarme frente al computador y así, si no la escribo, al menos me queda claro por qué no estoy capacitado para escribirla.
Un acontecimiento que cambió mi vida
El nacimiento de mis hijos.
El escritor definitivo
Gabriel García Márquez.
Algo que jamás usaría
Jamás usaría un tatuaje, ni un pantalón roto en las rodillas, ni un arete, ni una pulsera, ni una cadena, y tampoco me pintaría las canas. El que se pinta las canas es porque no se las merece.
La última vez que pensé “tierra, trágame”
Hago tanto el ridículo que me cuesta trabajo recordar cuál fue la última vez.
El lugar más feo del mundo
Hay una ciudad de Colombia que se llama Sincelejo. Es realmente fea y además aburrida. Un amigo mío dice que lo mejor de Sincelejo es la salida hacia cualquier otro lugar.
Una rutina placentera
Levantarme, cepillarme los dientes, preparar y tomar el primer café de la mañana.
Me aburre
La gente que cree que uno no tiene trabajo que hacer sino que anda sentado viendo el techo, y entonces te mandan sus novelas, sus cuentos, sus acrósticos, sus cartas de amor, para que los leas y les des un consejo, o incluso, te animes a ayudarlos con la edición.
Una extravagancia gastronómica que frecuento
En materia de gastronomía le huyo a la extravagancia. Prefiero los sabores ya familiares.
Una canción que aún me conmueve
Strange fruit, de Billie Holiday.
Un restaurante que nunca falla
Uno que se llama Viva Brasil, en Bogotá. Llevo veinte años frecuentándolo y jamás le he visto un bajonazo.
Algo que cambiaría si pudiera
En esto me guío por un refrán chino: si estás pensando en cambiar el mundo, primero date tres vueltas por tu propia casa.
El valor humano que más admiro
La lealtad.
Una última palabra
¡Salud!
Fotografía Marcela Sánchez