Pizza con cubiertos | Priscila Guinovart

Twitter tiene estas cosas: uno termina metido en debates fútiles, en los que nadie nunca reparará, pero que uno -muy quijotescamente – se los toma como una cruzada en nombre del honor y de todo lo que es puro y loable en el planeta. Habiendo dicho esto, y después de haber salido victoriosa de la discusión en la mencionada red social – y para no dejar lugar a las dudas – la pizza, lectores, se come con cubiertos.

Soy una purista de la pizza (que es redonda y muy -¡muy!- fina). La típica receta italiana, que fuera nombrada patrimonio mundial por la UNESCO en 2017, se degeneró al cruzar el Atlántico, muy principalmente en Estados Unidos, donde fue reducida a junk food cual cono de frituras. Chez elle, no obstante, es un plato tan respetable como cualquier otro, y goza de las mismas consideraciones (y por ende, protocolo) que una lasagna o spaghetti carbonara – y no, yo a usted no lo veo levantando capa por capa de la lasagna con los dedos, mientras la bolognesa chorrea hacia los costados, abriendo la boca hasta escuchar un alarmante “click” en su mandíbula.

El término “pizza” (que se comenzó a usar masivamente después de la Segunda Guerra Mundial) tiene el mismo origen que “pitta”, y en dialecto napolitano medieval hacía referencia únicamente al pan, más específicamente, “hogaza, torta” (el tomate fue introducido en Europa recién en el siglo XVII). Este dato nos evidencia que lo importante en esta icónica receta es la masa, y no el kilo de queso que la conocida cadena estadounidense de pizzerias le pone encima. Este detalle es de alta relevancia: la vera pizza tiene (relativamente) poco queso, pero de muy buena calidad. Ningún sabor debe “matar” al otro siendo más invasivo o preponderante, ni siquiera en la quattro formaggi. La diva es la masa. Como actriz secundaria, por supuesto, está la salsa, con la que uno puede tomarse más libertades – tengo la obligación emocional de decir aquí que mi abuela preparaba salsas legendarias.

Ahora bien, de regreso al debate ¿por qué la pizza debe comerse con cubiertos? No lo digo simplemente porque en ningún restaurante italiano al que haya ido (y no han sido pocos) me han servido el mencionado plato sin más, al estilo “arréglese como pueda”. Que ellos no lo hagan no es mi único argumento – aunque bastaría. El principal motivo es que, en la tradición italiana, una pizza no se comparte. Una persona, una pizza. En este contexto, la única forma de comer este manjar dentro de las reglas del buen gusto, es facilitándonos la vida con tenedor y cuchillo.

“Con ese criterio -me dirá algún lector – también comés una hamburguesa con cubiertos”. Pues no. Rara vez como hamburguesas, solo cuando encuentro un food truck lo suficientemente hipster y de buenas costumbres orgánicas para así hacerlo, y cuando en efecto consumo hamburguesas, pues bien, no mantengo contacto visual con el resto de los comensales. El buen gusto, reitero, tiene sus límites, sus formas, sus exigencias. Uno no abre la boca con un diámetro de diez centímetros así como así, frente a desconocidos. Es algo que le reservo a mi dentista, y solo porque mi salud bucal depende de tal falta de elegancia.

La última vez que entré en un debate así de acalorado fue cuando mi prima usó pantimedias con sandalias, acción que desencadenó un extensísimo mail de mi parte expresándole mi más firme repudio y decepción.

Por lo demás, à la prochaine!