La piscina | Joaquín DHoldan
Era como en el mar, sólo tenía que resistir hasta llegar a Carol, que era una silueta borrosa a lo lejos. Debía sacar la cabeza del agua, pero mi propio avance por el agua transparente formaba un pequeño muro de olas que me hundía, y estar hundido es estar sin aire, no importa la profundidad, no hay aire a tres metros, pero tampoco a tres centímetros por debajo del agua.