El Sol define y la Luna insinúa. La luz del Sol provoca formas certeras y la luz de la Luna, tutelar de sosegadas penumbras, inspira figuras difuminadas, inexactas, evanescentes, y por eso más poéticas. El Sol y la Luna son, según los antiguos egipcios, respectivamente el ojo derecho y el ojo izquierdo de Horus, el dios celestial, hijo de Osiris, hermano de Isis, reina de dioses y personificación de la Luna. Entre la quemante pujanza solar y la delicada energía lunar, María Constanza Farfalla elige la segunda para escribir los cautivantes poemas de este libro onírico que recorre parajes psíquicos en los que un gallo puede estar cantando alterado a la Luna y también lugares de la toponimia uruguaya como el Cerro de los Cuervos, en el departamento de Lavalleja, o el río Yi, y el otro río, citado con su nombre indígena: Hum, uniendo de esta manera en una obra homogénea culturas, tiempos y lugares diferentes. Escritura de verso libre que fluye como agua que mojando se va, pero deja a su paso fresca y fragante la superficie recorrida. La lectura de Isis. La Luna es muy placentera, y eso va de la mano con el hecho claro de que el libro bastante tiene que ver con los placeres del espíritu y los placeres de la carne: “Te preparo la cama./Amaso con los pies la orilla./Tengo que sentirme cómoda con mi vientre duro y mis lunas/redondas de tibio sabor”. El yo poético es rotundamente femenino a lo largo de los 57 poemas de esta obra, agrupados en siete partes diferentes, cada una con su correspondiente título. Todo es confluencia y coherencia: siete partes tiene el libro, como siete son las caras de la diosa, según anuncia el nombre de la séptima. Todos los títulos son certeros significantes para los contenidos de esta poética que hace de lo mitológico una referencia principal: 1. La diosa es mi cuerpo; 2. Cálamo sobre papiro: el dictado de la diosa; 3. Ríos y hembras; 4. Con el anj en piel; 5. Encanto nocturno. En la noche mística; 6. La tierra resplandece y sobre ella la creación, mi entraña, y 7. Cantos de Luna llena. Siete caras de Isis. El uso de vocablos arcaizantes, como el cálamo, que tanto es una flauta antigua como la pluma para escribir, o el anj, jeroglífico egipcio que representa la vida, es frecuente en este trabajo de Farfalla, lo cual enriquece sin duda el léxico del poemario, como también lo hace la utilización de palabras del ámbito de la lingüística; por ejemplo, glosolalia, esa considerada enfermedad del lenguaje que hace que el hablante invente palabras, o ecolalia, trastorno que impide una enunciación correcta. Pero que quede claro: no estamos ante un tratado de egiptología ni de filología: este es nada menos que un apasionado libro de poesía de fina elaboración que ofrece al lector numerosos encuentros con poemas tan bellos como el siguiente.
La noche es traición
y crece enredadera
busca los labios del hombre del desierto
se estira desde los principios
hasta los confines
sube de la raíz al cielo
como una masa tierna:
como una niña dulce y sombría
que alarga su cuerpo
para capturar un pájaro
María Constanza Farfalla (1973) es abogada y cursó Letras en la Udelar. Escribe poesía y narrativa. En 2013 la editorial Yaugurú publicó su poemario Juglar en flor y desde 2014 coordina el ciclo literario Pandepoeta en la ciudad de Maldonado.
Isis. La Luna.
De María Constanza Farfalla.
Editorial Yaugurú.
Colección Todos los Gallos Están Despiertos.
Junio de 2018.
101 páginas.